EL CLÁSICO DE LA LITERATURA ARGENTINA DEL SIGLO XXI— Francisca Lysionek y Jorge Drechsler
Sobre la longitud de Tulang Pinoy
J: ¿Es un poema largo o no?
F: Yo creo que sí, un poema largo interrumpido tres o cuatro veces.
J: Hay una voluntad de poema largo, no en el sentido de la épica sino de algo que se extiende en el tiempo, como una planta que se fue regando.
F: Vos decías, antes de leer el libro, que tenías miedo de que fuera un gran poema épico. ¿Qué es entonces al final?
J: Es un poema largo pero que no fue escrito de un tirón. No es “voy de A a B” en forma de poema… Es un word que no se cerró. Si el chabón hubiese vivido siete años más ahí, el word hubiese estado abierto siete años más. Hay una voluntad de ser contado como un gran poema. Está casi subrayado eso en la decisión editorial de ir separando retazos de poemas con las caminatas, que separan los años o las estaciones. Probablemente si uno pone las cuatro caminatas juntas debe haber una progresión de ese estilo también. Es un gesto editorial.
F: Sí, un gesto que marca el paso del tiempo y da un ritmo.
J: Le da estructura a un libro que no tiene estructura clásica.
F: Acá hay dos temas, por un lado los bloques de texto de las caminatas como intervalos. La otra discusión es si es un poema largo o no, y si es épico o no. Su longitud se la da el mismo paso del tiempo. Y no es una épica en el sentido en que lo sería la Odisea, no es una aventura, es el tiempo pasando. Al mismo tiempo, en la lectura no se nota el paso del tiempo. La primera caminata es del 2016, y la última del 2018, y a la vez todo lo que cuenta podría haber pasado en una tarde.
J: Yo no creo que sea una épica. No se rige, ni por asomo, por nada que lo pueda hacer parecerse a una épica. Aunque está el exotismo.
F: Sí, por eso más que compararlo con la Odisea corresponde hacerlo con esos poetas o artistas decimonónicos que se iban a vivir a Haití, o tipo Hemingway.
J: Tampoco creo que sea un poema largo en el sentido de que la idea no es ir de A a B, sino un rejunte. Si le sacás la estructura y las caminatas, tenés poemas así, poemas asá, todos compartiendo algo homogéneo que es la vida en este lugar con temas que se repiten e imágenes y situaciones y la voluntad de mostrar un poema largo. Cuando decís eso de que todo podría haber sido en un día, como si no hubiera pasado el tiempo, me da como esta idea de paréntesis.
F: Yo lo que veo es que hay elementos de épica en el sentido de que esto es de lo que se puede tratar una épica contemporánea… Un tipo conoce a una tipa en una página web de citas, se va a Filipinas a buscarla y arman una familia. Esa es la aventura, que a su vez la vive de forma mundana, desganada… Al final, cuando empieza a imaginar y no puede parar, ahí se activa la aventura, con la fantasía.
J: Ese final es lo que de alguna forma le da sentido a todo el libro. Pero volviendo a la longitud… Yo creo que hay una voluntad de mostrarlo como un poema largo, aunque también podría ser un libro de poemas.
F: Ese procedimiento de tener el word abierto a lo largo de tus días y escribir lo que podés cuando podés…
J: Y presentar eso bajo formato poesía… A mí me gusta que es algo simple, no se engolosina mucho con lo exótico, es más bien algo inevitable y ya.
F: Trae a lo exótico todo el tiempo muy acá, no lo deja allá a lo lejos… Es como que claramente es un poeta porteño pero del litoral en Filipinas.
J: Ese es el gran chiste, eso es lo que todos querían saber, el misterio de qué hace este tipo en la loma del orto, cómo es esto. Con eso juega el libro de antemano. Y uno puede decir “Uh… se la dio de aventurero que hace un poema épico”, y le contás las costillas a alguien que se presenta así. Pero no es eso, sino un porteñazo que habría que ver cómo tiene el rimbaudómetro… Este flaco que escribe poemas, y de repente dice “Loco, todo bien con la imagen pero el poeta tiene que ser más, tiene que ser la imagen” y listo. No le alcanzó con escribir y se fue a África a comerciar armas.
F: Rimbaud no escribió más, pero Durand sí.
J: Hay algo del poeta yendo a buscar la imagen.
F: Esa es la discusión que a vos te perturbaba, de vivir para escribir.
J: Sí, pero acá no es eso. Es más “soy un flaco, la vida me puso en este lugar y acepté”.
Sobre la basura en Tulang Pinoy
F: Él decide presentar distintas situaciones sobre ese lugar en el que lo puso la vida, que terminan dando la idea a uno como lector de que en el paraíso está la basura. O en todo caso, yo veo la basura, no veo el paraíso. O la basura es el paraíso. Lo que sea, para mí es muy difícil separar el libro de todo eso.
Lo que digo es que puede ser que sea un flaco, que la vida lo puso ahí y aceptó, pero las decisiones de lo que elige relatar para mí son un poco más morales.
J: No es que Durand dijo “me voy a ir a Filipinas a escribir un librazo”. De alguna manera llegó ahí, tuvo una familia, y este libro es un producto de eso. La vida lo podría haber puesto en Mina Clavero y él seguiría escribiendo algo similar. Ahora bien, no es un libro en el que se relata cómo le ganó al cáncer o algo así bien cargadito. Acá uno pensaría que está cargado pero no. No es un libro sobre mamá montonera, que uno ve la tapa y empieza a ponerse nervioso.
F: Sí, es mucho más juguetón con eso.
J: Cuando dijiste lo de la basura y el paraíso me quedé pensando… Lo que yo sé de Filipinas es que es Sudeste asiático, kilombo, personajes regordetes, chiquititos y chinos, durísimas dictaduras y playa.
F: Viste que en la contratapa habla de la basura…
J: El último párrafo de la contratapa, que está en itálicas, no me agrada.
F: ¿No te gusta la idea de la basura?
J: No me parece que sea basura. Son objetos. En el libro lo que más gracia tiene es dónde pone el ojo este tipo en este lugar, cuando podría ponerlo en cualquier otra parte. Aparecen mucho los perros, las palmeras, el bebé que llora, las saliditas para el pucho, la motito, no anda internet… Cero exótico, salvo por las palmeras.
F: Bueno, también tenés la escena en la que abre un agujerito en la pared y el baño se le llena de hormigas gigantes, o todos esos fragmentos en los que juega con el tagalo.
J: Con el tagalo hace lindos juegos… sobre todo al principio. Viste que el filipino tiene mucho de español.
F: ¿Sabés qué significa Tulang Pinoy?
J: No. Sé que Pinoy es filipino. Tulang supongo que significa viaje. *significa poesía*
F: Sobre el tema de la basura… Me parece bien que no la quieras llamar así, pero también está bien llamarla basura. De hecho, cada vez que leía los intervalos de las caminatas, donde describe todos los objetos que encuentra en sus paseos, me hacían acordar a las pinturas de Elisa Palacio, con sus montañas-basurales, la acumulación.
J: Medio Sargent Pepper, todo amontonado, y cuando uno mira empieza a reconocer las caras.
F: Cuando hablé con ella lo que me dijo es que había algo medio romántico en eso… toda la basura son también los restos de la civilización, capas de de civilización amontonadas. Y yo en las caminatas veo cuatro paradores donde ver montañas de basura, en las que Durand reconoce cosas y las nombra, de forma más o menos poética.
J: Esa parte de la contratapa no me agrada porque quiere dirigir un sentido al lector.
F: Yo ni había leído la contratapa y pensé igual que los que la escribieron.
J: Mirá lo que dice acá: “Restos de la basura de la historia”… Le quiere dar épica al libro. “Indaga en los espejos del lenguaje” está para escribir doscientos años después de que se haya publicado el libro…”sin embargo comprende […] esta lógica de lo inverso” ¿Qué lógica de lo inverso? El chabón ve algo y dice “ah, mirá un perro que ladra, ah, mirá un pucho tirado”. A mí me sorprendió para bien que justamente lo leés y tiene mucha gracia, pero no estás pensando en los restos de la historia. Estás leyendo un libro de poesía… Y no solo eso, sino que es un libro esperado.
Está bueno esperar un libro de alguien vivo, sobre todo teniendo en cuenta que hace poco se murieron varios escritores y el impacto que eso tuvo… Rubio, Busqued, Kamenszain, Rosario Bléfari… Acá hay un poeta que sacó un libro que no es un rejunte, no son los seis temas del primer disco, es un libro nuevo de alguien vivo. Pero no sé qué habías dicho que venía a esto.
F: Jaja no sé… ¿que te fijaras en la contratapa lo de la basura?
J: No, bueno… en realidad supongo que como contratapa está bien.
F: Yo sostengo que sin haberla leído antes pensé algo similar leyendo el libro. O sea, si uno va oración por oración no va a estar de acuerdo con absolutamente todo, pero me parece muy rebuscado de tu parte intentar sostener que esas cosas que observa no son basura.
J: ¿Pero a vos la noción de basura te parece más preponderante que la visión de los perros, las palmeras?
F: Pero esos perros son basura también.
J: ¡No! ¿Por qué? ¡Son buenos! “Lobito” le dice a uno… O en todo caso la basura es buena, no es vista como basura, sino como cosa que rodea.
F: Sí, eso sí. En eso estoy totalmente de acuerdo. A ver…¿por qué el perro es basura? Por como lo describe uno dice “ja, pobre perro”. Mirá: “El perro al estornudar se ensangrentó las patas, y las moscas ahora zumban alrededor de sus garrones, este perro moribundo caza moscas con los dientes, se refriega el lomo en el tronco de un cocotero y espera que su dueño vuelva de Japón para morirse”… Yo no ignoraría el ojo con el que mira, cómo decide mirar, en qué elige hacer foco.
J: ¡Exacto! ¿Qué significa decir “este es un tipo que pone el ojo en la basura”? En todo caso hay un espíritu más Whitman en las listas de cosas que va viendo, el espíritu es más bien… *observando las cosas que hay a nuestro alrededor en la terraza* “El tender de ropa, la parrilla donde hicimos ese asado, las abejas en el árbol, el gato jodiendo…” Para mí no pone el ojo en la basura…
Hay un momento espectacular… el de “Trajo un vino trajo”, cuenta una situación bastante lúgubre y termina con una reflexión metafísica, pero al estar jugueteando con el lenguaje y lo sonoro le otorga gracia, eso no es basura. La crema de Nivea no es vista como un residuo de la sociedad capitalista. Puede que lo sea, pero en todo caso eso está ahí con mucha ironía al servicio de la rima. Es una sensibilidad del conformismo donde pone el ojo, es conformista… con un buzo y un libro está bien, no necesita nada más. O en todo caso tiene los mismos problemas que cualquier persona de a pie en Lanús.
Sobre el tipo que no cambia
F: Pero ahí la pregunta sería, ¿tiene los mismos problemas que un tipo de Lanús porque es un tipo de Lanús o porque todos los problemas son iguales en todo el mundo?
J: No, porque es un tipo de Lanús.
F: Claro, entonces es esto que decíamos antes… Que es un porteño en Filipinas.
J: Sí, podría estar en cualquier lado y seguiría escribiendo lo que le pasa.
F: Bueno, una de las tensiones que estaría acá en el libro entonces es que este viaje a Filipinas es algo que le cambió la vida pero a su vez él termina igual a cómo empezó. No hay transformación. En el libro se relatan sucesos que uno asumiría que son fundamentales en la vida de un tipo pero eso no hace que él cambie a lo largo del libro. Eso es lo que en todo caso sería una “épica contemporánea”, la Odisea de Daniel Durand es irse de viaje, que todo cambie en su vida y que por ende él también cambie. Ese sería el objetivo de una épica en general, que los sucesos tan radicales que acontecen en una aventura cambian al sujeto, idealmente para bien.
J: Esta sensación de que nada cambia en el fondo es como una idea de circularidad.
F: En un momento yo incluso intenté buscar en los intervalos, en las caminatas a ver si se veía algún cambio, pero el ojo es el mismo siempre.
J: ¡Salvo en un momento! Un momento que para mí es el gran tema de este libro, el último poema, o fragmento de poema. “Cuando empiezo a imaginar no puedo parar”… Eso cierra el libro, da el sentido postergado. ¿Por qué? Porque uno va leyendo y nunca encuentra sentido, ¿qué onda? ¿qué hay en Filipinas? ¿por qué este tipo se fue ahí? ¿qué está haciendo allá? En ningún momento hay respuestas a esas preguntas, solo tenés a un tipo que dice “ja, un perro mordiéndose la cola”. Pero al final, de repente, en un poema se pone un anillito que le da súper poderes, y describe lo que haría si estuviera en el paraíso… se imagina en su paraíso, donde puede hacer lo que quiere, y lo primero que hace con ese anillito es arreglar el puto inodoro. Después se llena la heladera de cosas ricas, consigue un laburo, se acuerda que su internet es una cagada y se instala un módem de 100 gigas y una super tele… Borra a los vecinos, se hace propietario de todas las tierras, después se pone un pijón “duro como el coral y suave como el vestido de una musulmana” … Y bueno cada vez delira más, revive a los muertos, habla con Krishna que es un idiota, hacen trillones de pelotudeces en distintos universos, pero cuando la gente se empieza a quejar porque solo él tiene super poderes, se pudre, vuelve el tiempo atrás, deja el anillito y se pone a escribir ese poema. O sea… Nada cambia. Pero bueno, ahí está la épica: “sí, yo haría todo esto, pero no lo voy a hacer”.
F: Para mí ese poema es como una maqueta delirante y exagerada del libro. La fantasía sería ese viaje, tener unos pibes y armar una familia.
J: Él no estaba haciendo un viaje, él se había ido a vivir, entonces no hay una voluntad de descripción de un viaje, de crónica… Salvo por momentos muy chiquitos, es alguien que se fue a vivirla a lo Rimbaud. Para mi algo anti épico es que la familia es casi un no-elemento, está presente pero no hay una romantización de la vida familiar ni ningún develar nada. Son elementos como las palmeras, el viento o los perros. Hay algo de que quizás la gente esperaba eso… la épica del chabón que armó una familia en Filipinas.
F: Bueno, perdón que no puedo parar con esto pero, por ejemplo, en la Odisea, aunque hay escenas de Penélope y Telémaco, también la familia es como un elemento que no está. El viaje hacia Ítaca obviamente está totalmente romantizado. Y me parece interesante que Tulang Pinoy no sea como la Odisea, en el sentido de que podría serlo. Como vos decís, la gente bien podría haber esperado esa épica, Durand bien podría haber dicho “acá está mi aventura”, pero no es eso. Cada uno arma su Odisea como quiere y he aquí como la arma un porteñazo de cincuenta y pico de años que se fue a vivir a Filipinas.
Sobre la rima y la moral
J: Otro tema del libro es que tiene esto, que pocos poetas tienen hoy…
F: Amor por la poesía.
J: Un uso muy fluido de la métrica: ahí descansa mucho. La rima que usa en general no es muy “platoniana”, siempre que la usa está ligada a lo sonoro, a lo sensitivo, más que a la Idea de la rima, como hace Bob Dylan, por ejemplo. Acá son más juegos de palabras, bien porteño, bien sonoro, sin usar la rima como sentido o estructura, o voluntad de poner unas Buenas Rimas.
F: Todo lo contrario, yo creo que es absolutamente voluntad de poner unas Buenas Rimas…
J: Pero no desde el sentido. La métrica es lo que lleva adelante al libro. De hecho, cancherea sobre eso en un momento, pero está bien, porque le sale. Hay algo sobre el primer poema, o fragmento de poema, el “Me dicen Chapita, me dicen Botella, me dicen…”, pasa lo mismo en las caminatas: hay una búsqueda del reconocimiento. Ese poema es un gran “dónde estoy, quién soy”… Y las caminatas también son algo así… “soy este cacho de dentífrico, esta pelotita”… Hay algo de reconocimiento, sobre todo porque las poetiza. Los finales siempre los cierra de alguna manera literaria, no es un simple listado. Esa acción de reconocimiento o de identidad está en esos momentos. En el primer poema además hay algo más exótico, como de shock cultural, pero en los listados lo que hay es un reconocimiento en todas esas cosas que describe, es un gran “vine a parar acá”.
F: Entiendo que si esa es tu hipótesis, no quieras ver a esos objetos como basura. Pero si no lo ves como una subjetividad que busca reconocerse en los objetos del paisaje, se puede leer como algo más moral, como diciendo: acá una lista de las cosas que hay en el paraíso.
J: Yo creo que en ningún momento menciona el paraíso, esquiva totalmente esa idea. Si vos querés paraíso tenés mil cosas: los animales, las playas, la gente, la familia, pero nunca está.
F: ¿Te acordás que en un momento dice algo así como que nunca va a conocer el mar porque es propiedad privada? Mirá… “Entre el océano y la gente hay una franja privada de tierra que pertenece a los políticos que invierten, prohíben que pasemos y no se puede llegar al agua. Por eso yo nunca voy a saber lo que es el mar”. A mí esta estrofa me quedó resonando, porque a pesar de que es una fantasía, y se confirma mil veces que no es así y que sí conoce efectivamente el mar, y camina por la playa, de igual forma me dio la pauta de que puede llegar a haber una idea de moral. Y si hay moral, hay paraíso, ahre.
J: Yo no veo rebusque moral. No creo que haya nada en el libro que me indique buscar una moralidad.
F: Creo que lo que yo te digo es casi una mirada tradicional.
J: O sea, una moralidad que sería la de estar del lado de la basura en el medio del paraíso.
Sobre el objetivismo
F: O irse de viaje y hacer una crónica bien objetivista, en la que los objetos que describís y rescatás no están idealizados.
J: Yo creo que lo que hace avanzar al libro es cómo mira a los objetos desenvolverse en su contexto. A diferencia del recurso contemporáneo, donde lo que lleva adelante el poema son los sentimientos digamos…
F: Creo que a este tipo de “objetivismo” no es que no le importan los sentimientos, es como si el objetivismo, más que el arte de describir cómo se pudre una naranja en la mesada durante cuarenta días y cuarenta noches, fuera en realidad convertir al sujeto mismo en un objeto, y a los sentimientos del yo lírico también un objeto, con la distancia justa de descripción.
J: Lo que noté mucho en el libro es esto de: viene una moto, se acerca, se aleja. No tanto “qué pensará…”, no es algo platónico, sino bien de acá y de ahora. Lo que decís de la naranja que se pudre acá se diluye todo el tiempo.
F: La naranja de Cantón es un extremo, pero bueno es fundante. Todos los que se enamoraron en su momento de este tipo de poemas era porque desplazaban al yo y hacían que prevalezcan los objetos, hablando de lo externo al yo lograban no solo hacer una reflexión sobre sí mismos sino una reflexión universal. Describir una naranja pudriéndose es una vanitas, un recordatorio de la propia muerte. Para mí, Durand lo que hace no es desprenderse del yo, sino que el yo, su subjetividad, participa del espíritu de lo objetivista al ser tratado con una distancia que suele tener forma de sarcasmo, ironía o cinismo.
J: Eso se logra justamente descansando en la métrica y en el traqueteo del word. Si vos estás metiendo todo en una métrica que te hace sentir bien, sos como dice el poema de Drummond de Andrade. Todo el mundo tiene su cachaza, mi verso es mi cachaza. Las cosas quedan subordinadas a tu métrica o a los juegos de palabras. Por eso si los sentimientos entran, lo hacen como algo subordinado a un orden que rige, y lo hacen de la misma forma que lo hace el perro, las ganas de mear, las ganas de coger o sentirse solo. Lo que es muy bueno de la métrica es que te lleva adelante en el libro, te hace vivir la experiencia poética. Eso quiere decir leer un poema de principio a fin, y no leíste otra cosa que ese poema, le dedicaste tu tiempo, igual que escuchar un disco.
Sobre la charla y las palabras
F: Recién hojeando el libro me topé con algo que me hizo dudar… nosotros decíamos que ni aparece la familia, pero me había olvidado de toda esta parte en la que habla de lo que hace la beba, y hace toda esta reflexión sobre casi unos superpoderes que tiene la beba para hacer todo con cualquier cosa, su capacidad de crear mundos, no hay nada que no pueda hacer, aunque todo lo que hace son boludeces, hay mucha ternura ahí, y me hace pensar que en realidad no sé si es que “no aparece” la familia.
J: Para mí están presentes igual que las palmeras.
F: Pero se le nota una fascinación más real, o menos exótica. Al final hay un momento espectacular en el que dice que las palmeras son como soldados muertos en la noche. Las descripciones de las palmeras son impresionantes.
J: De todo en general… Ese en el que se pone metafísico es espectacular, igual me rompe un poco las bolas esto que hace, pero yo sé que a vos te gusta… Eso de “Canta, canta, canta” o cuando se pone con “trajo vino trajo, trajo un vino”.
F: Yo dejé marcados los momentos de juegos sonoros muy evidentes porque quería ver la constancia… Viste que no es que está todo el tiempo canchereando con la fonética, sino que son casi como exabruptos de poesía pura, de pura cosa poética, y esa dinámica del espasmo también realza al momento, lo convierte en momento.
J: Hay algo de ejercicio en todo esto.
F: Sí, hay claramente también cositas sueltas que se mechan.
J: Pero es todo bello, en eso digo que es whitmaniano, no denuncia a la basura, la enaltece incluyéndola en el canon de la palabra… “Una pelota de tenis se anuda justa y natural en la media cáscara de un coco”… Una frase en la página 45.
F: Estabas buscando el poema metafísico…
J: Acá, sí. Dice: “se vino siempre de tarde y me costaba trabajo quitarle el traje de surfer y sacarla de su encierro”. Y ahí dice “siempre hay un rinconcito, un recodo secreto, una esquinita con dos tachos y una bolsa de Portland donde falta que terminen el muro, un boquete que tira redondo y engancha las remeras, siempre hay una brecha, un pasadizo donde no llegan a unirse los muros para cerrar el corner, siempre se encuentra la manera de afinar el cuerpo y pasar por los barrotes, siempre se puede saltar un palo enclenque atado con alambre para pasar de la escuela al sanatorio”.
Está muy bueno eso… pasar de la escuela al sanatorio… encontrar un lugar donde garchar. Es básicamente una historia medio lúgubre de una piba que quiere garchar con alguien, y creo que lo que está flasheando es de dónde salió esa bombacha verde agua que encontró tirada en la arena.
F: Sí, está elucubrando toda una fantasía sobre una bombacha y después se pone a hablar de internet.
J: Claro, hace este relato y de repente se para en seco y dice primero que nada la conexión, sino muy lindo todo pero… Después hay momentos en los que sí se aprovecha de lo exótico… Eso de “Mindanao mythological creatures”, ahí dice: ah, no, mirá esta locura, la voy a meter para dar ambiente.
F: Acá habla del paraíso: “Voy a tratar de romperla, voy a tratar de descoserla, voy a tratar de dejarla así de chiquitita, voy a tratarla y tratar de llevármela muy lejos, voy a tratarla blancamente hasta que aflojen los correajes y todo quede en un limbo distanciado del infierno y más lejos aún del paraíso”.
J: Sí, en un momento te la hace corta y te dice: mirá acá es de postal, fin. Si querés, es de postal. Algo que me gusta es que es un libro del cual se puede charlar.
F: Mientras leía el libro pensaba que, por un lado, es muy usual querer escribir sobre un lugar, no sé, Mar del Plata, Neuquén, Coronel Suárez, Tres Algarrobos… Escuché varias veces decir que esa temática puede ser un terreno peligroso, andá a saber por qué… Tal vez, porque corrés el riesgo de que a la única persona a la que le importa ese lugar seas vos que estás escribiendo. Pero claro, si lo sabés hacer, nunca va a ser un embole. Es muy importante escribir estando en el lugar. Se nota mucho eso acá, la frescura, lo inequívoco del relato.
Y a partir de eso me preguntaba… ¿para qué es este libro?… supongo que la mayoría de la gente que lo va a leer nunca fue y nunca irá a Filipinas, y eso me hace acordar mucho a los viejos relatos de viajes. Marco Polo pero también la moda decimonónica del souvenir. Como bien decías antes, su intención no era hacer un viaje sino quedarse a vivir ahí, pero no puedo evitar percibir una intención del orden: “mirá este cacho de mundo”.
J: Yo creo que escribe porque siente que más o menos le sale bien. Y después hay gente que realmente se cree que algo que piensa o siente debe ser expresado, pero cuando eso no sucede, si hay escritura es porque el autor piensa que más o menos funciona. Entonces… para qué escribís un libro sobre un lugar que nadie va a conocer… yo creo que es porque es buen material para mostrar un malabar. El malabar del poeta, no hay otra cosa que eso: el juego de la métrica, la rima y las imágenes. Capaz que uno tiene una verdad vista como un cristal, y capaz no, capaz que esperás que surja ahí, mientras hacés los malabares.
F: Cuando pienso en para qué lo escribe, lo que me pregunto en realidad es qué importa del libro, ¿importa como acceso a un lugar a través de una mirada, importa como qué haría cualquiera de nosotros allá, o importa como qué haría alguien que no es como nosotros allá? ¿Es un porteño cualquiera en Filipinas, es un porteño extravagante en Filipinas? Ni siquiera es porteño pero creo que me explico… ¿Hay identificación?
J: Yo creo que hay identificación por extensión… Pero bueno, vuelvo a lo que decía antes: es un libro para charlar, y escrito por alguien vivo.
F: Sí, y un libro, no un compilado de tres poemas que escribió hace veinte años.
Sobre la condición de obra maestra de Tulang Pinoy
J: ¿Es una obra maestra?
F: Uh
J: ¿O es un libro más?
F: No, es genial…
J: Bueno, pero ¿es una obra maestra?
F: Sí, yo creo que sí.
J: Yo creo que no.
F: ¿Por qué no?
J: Porque no tiene voluntad de serlo tampoco. Es como “Promesas del este”. Viste que primero vino “Una historia violenta”. ¿Te acordás?
F: “Promesas del este” es la que Viggo Mortensen es ruso y se caga a trompadas en un sauna. “Una historia violenta” es la que Viggo Mortensen trabaja en un bar y lo vienen a buscar, y su hermano es un mafioso.
J: Exacto. Bueno, primero salió “Una historia violenta” y quedó como el clásico. Después salió “Promesas del este”, que es una gran peli, pero que a ka vez es una peli más en la filmografía de Viggo.
F: Para mí esto no es parecido a nada previo… ¿Vos decís que “Segovia” sería “Una historia violenta” digamos?
J: No, lo que me pregunto es si esto está al lado de Lugones, o de José Hernández.
F: Está más cerca que cualquier cosa que se haya publicado este año…
J: Eso puede ser, sí.
F: O el año pasado, o el anterior… Es un muy buen libro.
J: ¿Pero corona algo?
F: Para mí sí…
J: No tiene aire de coronación, las decisiones de edición tan marcadas como las cuatro columnas-caminatas… son expresiones de una voluntad que no piensa en coronar nada, este libro es una unidad autónoma… O quizás sí… No lo sé… A ver, es mucho mejor que “Cabeza de buey”…
F: Sí obvio, para mí tiene todo para ser una obra maestra.
J: El último poema es medio “Classic endings of argentinian literature 2000–2100”.
F: Somos indios latinos con guitarra eléctrica y comunicados a través de internet.
J: Re es eso también.
*Silencio profundo*
J: ¿Vos qué esperabas del libro?
F: Ni más ni menos… Menos basura creo…
J: ¿Más cielo?
F: También pasa que como no tengo ni idea de qué es Filipinas entonces tampoco sabía bien qué esperar más que una playa, y así fui a leerlo. Creo que de alguna manera esperaba algo similar a lo que es, intuía este gran dejar los días pasar con sorna, la enumeración de los objetos, el ping pong del ojo que se detiene, hace foco y sigue de largo…
Sobre el Word
J: Hay unos momentos muy Word…
F: ¿Tipo la página 77?
J: Sí, ¿qué pensás de eso?
F: Ah ya me acuerdo cuál es.
J: Yo banco. Vos no comulgás con eso…
F: No me atraen los mecanismos imbricados de edición y procesamiento, los formatos, los soportes… A mí me importan los poemas. La cosa meta no la aprecio. A algunos, incluido Durand, les re cabe la automatización, la experimentación con el software… La página 77 no la entiendo ¿A vos que te sumó?
J: Yo banco, a mí en lo personal me gusta alguien que propone estas cosas sobre la hoja, me pareció simpático, un Wordazo, un lugar donde se ve claramente la mano editorial, y hay otras también, quizás menos conspicuas o llamativas: “En el Word voy a file, voy a info…”
F: Sí, ese está bien. Ese solo hubiera sido suficiente, se entiende el punto. Lo otro ni idea, innecesario.
Sobre la vida vieja
J: Otra cosa que noto es que su vida en Buenos Aires nunca deja de estar del todo presente. Recuerda gente…
F: Sueña que conoce al gobernador de Entre Ríos… Pero no hay un contraste entre la vida vieja y la vida nueva.
J: No… pero el tema de internet, de la conexión a lo que ya era. Igual internet lo debía usar para ver Dr. House, no necesariamente para conectarse con la vida argentina.
F: Para mí la vida vieja está presente en los momentos tipo “estoy dejando de fumar, tengo estos problemas de salud, tengo que echarme agua fría en los tobillos porque se me hinchan, me tomo un migral”… Para mí esa es la vida vieja haciendo síntoma en el cuerpo en un nuevo contexto.
J: El fragmento del dolor de cabeza y el migral es genial, de principio a fin.
F: Yo me sentí muy identificada.
J: Es terrible, da miedo leerlo. No, no lo leas, me va a dar dolor de cabeza.
F: Voy a leerlo: “Ahora resulta que me duele la cabeza” tuki, tuki, hace sus cosas, Niña le da una pastilla que no es migral y no sirve, después de coger le empieza a doler mal… Y al final: “Ahora mi dolor de cabeza lucha contra el dolor. El latido va mutando, se achica, se aleja, reaparece, desaparece, vuelve, se reduce a un punto adentro de la mente, ahora es hielo que se derrite, solo quedan pedazos sueltos y rotos que van cayendo al vacío, a la bolsa del olvido donde están, entre otras cosas, todos los ex dolores de cabeza”…
J: Es increíble.
Sobre el exotismo
F: Eso que acabo de leer, ESO es Lugones. ¡Eso es una obra maestra!
J: Claro, esto está dentro del canon del poeta argentino… La oda al dolor de cabeza, con migral incluido, un garche que lo empeora.. pff… ¿quién no?
Ahora bien, por otro lado… ¿no está bueno decir públicamente “Este libro está al lado de Leopoldo Lugones y José Hernández”? ¿Por qué? ¡Porque está vivo, loco!
F: Yo creo que la obra maestra en general cumple con esta condición de ser un experimento de su propia época y luego convertirse en obra maestra. Muchas veces el experimento falla. Tulang Pinoy es en muchos sentidos experimental, y ya enmarcado en una tradición al mismo tiempo. Para mí estamos todos leyendo este libro nuevo de un poeta vivo y nos damos cuenta de que podría ser una obra maestra en el futuro, que podría hacer escuela.
J: A la vez no es un libro sobre la experiencia argentina… Para mí lo mejor que tiene es cómo eleva la experiencia a través del lenguaje, o sea cumple la función clásica de la poesía. En ese sentido es universal, pero al mismo tiempo juega con algo exótico, y es raro canonizar algo que está tan embebido de lo exótico.
F: El exotismo siempre fue una cosa atractiva, después se lo intentó bastardear desde una mirada posmoderna. Todos esos que hablan de la “orientalización”, la romantización o idealización de los países “exóticos”, a la vez que mega colonizados… Mirar Oriente desde la mirada europea… Pero acá es distinto, mirás con el ojo del tercer mundo al tercer mundo. Como sea, no se puede obviar que acá el exotismo es un recurso, bastante explícito por momentos. Y está bien digo, ya que estás haciendo un libro sobre Filipinas, hacelo, dónde más lo vas a hacer sino. Pero bueno, se da a la vez esta tensión, con lo porteño, con un relato que bien podría tener lugar en Lanús. Entonces el exotismo adquiere una nueva capa de sentido: esto no es del todo exótico, al ser mirado por un ojo cercano, un ojo que no se deja encandilar por el exotismo, sino que lo vuelve enseguida parte de su vida cotidiana, vuelve a lo exótico familiar.
J: Estaría bueno sostener que este libro es a esta época, lo que el Martín Fierro a 1870.
F: Claro, ese es el tema: para ser el Martín Fierro tendría que hacerle algo a la identidad nacional.
J: ¿No hace inevitablemente algo a la identidad nacional dada la existencia misma del libro?
F: Viste que el año pasado en los encuentros sobre Hudson que dio Juan, vos fuiste el único que leyó los textos en inglés y un poco insistías con que su literatura no deja de ser inglesa… El tono que se imprimía en el taller, sin embargo, era al revés: un autor que aporta a la identidad argentina. Entonces me pregunto ¿no habrá filipinos del futuro que digan: “este es un libro sobre el territorio filipino”?
J: Eso sería más interesante aún… Salvando todo tipo de distancias con Hudson, que creció acá en Argentina. Pero la pregunta es: ¿Constituye un buen retrato de un poeta sobre esa tierra?
F: La tensión es si está hablando más de nosotros o de aquello.
J: Y quizás hay algo de la universalidad de esta época… “Argentina está atravesada por la globalización, sino leete Tulang Pinoy”. Yo no vi que dijo, por ejemplo, Fabián Casas sobre este libro, pero mucha gente con mucha más información que yo, reseñó y se interesó por el libro, y todos encontrarán sus propios matices, y dirán que tal matiz está bueno, o tal otro matiz es interesante porque… Pero que se vayan todos a cagar: nosotros decimos que esto está al nivel del Aleph, y está sucediendo ahora, y hay que tratarlo como tal.
Yo no conozco a Durand, pero nadie va a decir algo así. Todos van a encontrar “matices”, de la misma forma que le encontraban los matices a Rubio, o a Busqued. Y aparte es un libro nuevo…
F: Bueno, creo que nos tenemos que ir a lo de mi abuela.
J: ¡Uy! ¡Tengo que hacer la tortilla!
Sobre Tulang Pinoy de Daniel Durand editado por Fadel & Fadel