Desde la muestra de Martín Legón no dejo de pensar en la república como un jardín de infantes. Les infantes mandan o mandan a medias o creen mandar cuando eligen. Sabemos bien que les niñes pueden ser muy manipuladores y caprichoses con sus padres y madres, con sus abuelos y abuelas.
Sabemos también que los políticos tienen muchas herramientas a su disposición para convocar y convencer, para enseñarnos muchas cosas y para mostrarnos el camino al patio de juegos.
La elección siempre es en base a un menú que se nos ofrece (otra opción es ser o querer ser parte de ese menú, así y todo hay que elegir o elegir no elegir), se nos pide una identificación, una elección de xadres políticos. Esos padres y madres están ahí para ser elegidos, para representarnos con sus decisiones. Lxs xadres también eligen a sus posibles hijxs con tácticas y estrategias, les cantan, les animan, les convidan palabras, les muestran sus acciones, formas de ser y pensar, que hijes eligen y adoptan como propias. Porque construirse como adulte es una tarea de identificación y aprendizaje, algunes se esforzarán más que otres en su instrucción. Lo harán en la medida de sus posibilidades y de su voluntad. Pero si algo caracterizó la oferta política de los últimos tiempos o quizás desde que la democracia se instaló como la mejor forma posible de organización social, política y económica es la infantilización de su electorado. Una infantilización a veces descarada, a veces enmascarada con atrayentes eslogans publicitarios, a veces disfrazada de alegría falseada, condimentada de ternura o servida en un plato de rectitud o salpicada de discursos violentos… de una u otra manera el elector sucumbe a alguna de estas estrategias, a veces realmente cree, se enamora, ama y odia, piensa y analiza pero el menú es uno y hay que elegir.
El candidato es una imagen, una imagen en el sentido más amplio que le podríamos atribuir a la palabra imagen: representación, idea, figuración, percepción, pensamiento, concepto, figura, efigie, perfil, aspecto, apariencia, reproducción, copia, modelo, lámina, grabado, dibujo, fotografía, estampa, ilustración, santo, ídolo, metáfora, símil, tropo, símbolo, alegoría, espejo donde reflejarse de alguna manera. En todas estas acepciones podríamos encontrar una similitud en la representación de un candidato. Algunos se parecerán más a una lámina, otro a una idea o pensamiento pero las campañas electorales parecerían necesitar más que ideas, una decoración, una distracción, un circo. Todo esto se hace muy confuso, les infantes adoran el circo, en el circo tenemos todos los condimentos para nuestro menú: luchadores, payasos, elefantes, leones, globos y equilibristas.
Una campaña electoral sobre todo en este último tiempo se hace a través de los medios de comunicación, las redes sociales y los medios clásicos: la tele y los diarios. El circo se enciende en los medios, y si bien no todos los candidatos se postulan como payasos de alguna u otra manera los medios de comunicación babean y preparan la arena para alzar la gran carpa electoral.
Martín juega con estas ambivalencias de una manera elegantísima, los sentimientos de identificación que se erigen alrededor de los políticos y la comunicación, la ternura, el amor y la repulsión.
Nos preguntábamos en la inauguración de la muestra (“Algo parecido a un beso pero más débil” de Martín Legón en el Vómito), como habría sido la estrategia de Martín para la elección de los políticos que aparecen en sus obras, obviamente no están todos (sería imposible semejante cosa). Sí hay varies, muy conocides por sus payasadas o por su afición a aparecer en relación a la infancia. Porque la infancia es la imagen del futuro, de la esperanza en la continuidad social o en el deseo de una determinada sociedad. En la imagen de ese deseo de sociedad se filtran gestos que dicen mucho más del candidato de lo que posiblemente quisiera. Un gesto insistente, una sonrisa libidinosa o una actitud autoritaria.
También recordaba a Slavoj Žižek llegando a la conclusión que el amor es el mal. En un video del 2005 está hablando en la plaza Evita Perón, la Biblioteca Nacional de Buenos Aires se ve a sus espaldas y desarrolla:
“No hay nada, básicamente. Lo digo literalmente. Pero entonces, ¿cómo surgen las cosas? Aquí siento una especie de afinidad espontánea con la física cuántica, donde la idea es que el universo es un vacío, pero una especie de vacío cargado positivamente. Y entonces las cosas particulares aparecen cuando el equilibrio del vacío se altera y me gusta mucho esta idea de espontaneidad, el hecho de que no es sólo la nada, que las cosas estén ahí fuera, significa, que algo salió terriblemente mal, que, lo que llamamos creación es una especie de desequilibrio cósmico, una catástrofe cósmica, que las cosas existen por error, y estoy incluso dispuesto a ir hasta el final y afirmar que la única manera de contrarrestarlo es asumir el error e ir hasta el final, y tenemos un nombre para esto, se llama amor. ¿No es el amor precisamente este tipo de desequilibrio cósmico? Siempre me disgustó esa noción de “amo al mundo, del amor universal”. No me gusta el mundo, no sé, yo… básicamente, estoy en algún lugar entre “odio el mundo” o “soy indiferente hacia él”. Pero toda la realidad, es sólo eso, es estúpido, está ahí afuera, no me importa. El amor para mí es un acto extremadamente violento, el amor no es “les amo a todos”. Amor significa que elijo algo por sobre las demás cosas, y sabes que es, de nuevo aparece esta estructura de desequilibrio, incluso si este algo es sólo un pequeño detalle, una frágil persona individual, que elijo y le digo te amo más que a nada. En este sentido totalmente formal, el amor es el mal.” *
Las pequeñas maldades de Martín
Legón también elige, elige materialidad, elige palabras, elige a sus candidatos y como ellos eligen ser vistos e identificados por un lado pero también juega con las palabras que sabemos que no elegirían para expresarse. Por ejemplo Macri parafraseando a Gramsci o Pato Bullrich sugiriendo balas de goma eva, Alberta insistiendo con dibujos de niñes ilustrando el profundo agradecimiento por el cuidado y la necesidad de cuidado en la pandemia. La ternura y el ridículo se confunden. Lo verdadero y lo falso también. Curiosamente todas las filmaciones de campañas políticas más o menos recientes parecen muy lejanas mezcladas con dibujos animados más lejanos aún, una historia de globos caricaturizados que se pelean y juegan a desinflarse y pincharse.
La red social elegida por Martín es twitter, la red social preferida por políticos también, allí se dirimen feroces discusiones y peleas fragmentadas, siempre bastante confusas, llenas de comentarios de amor y odio, de bots, de hordas de perfiles que están al acecho para liderar algoritmos y guiar encuestas.
Los materiales que Legón elige son la goma eva (me hubiera comido todas esas siluetas de provincias como pastillitas de droga), una cuna desmantelada en tres obras diferentes, stickers metalizados con maripositas, globos, hilos, collages de revistas, un reloj con la tierna pintura de tres gatitos que parecen hipnotizados por una lanita roja que pende de una de las manecillas en movimiento del reloj, dispositivos de luz muy brillantes para mostrar prints de twitter, videos de archivo de políticos en campaña, hashtags inexistentes, imágenes de archivo para publicidad, entre otros.
En una vitrina central y separada del resto un recipiente de papas fritas de KFC (Kentuchy Fried Chicken) coronado con un moño negro de regalo se erige sobre un adoquín. Sugerencia ineludible e inquietante a CFK (Cristina Fernández de Kirchner). Esa inquietante vitrina no solo recibe al público sino que también domina y esparce ese sentimiento confuso y tenso entre la materialidad expuesta y las siglas invertidas. Ese sentimiento perturbador de que vamos a tener que elegir próximamente y el menú no es para nada tierno.
Zizek! 2005. Documental, dirección Astra Taylor. Slavoj Žižek, entrevista. El Amor es el Mal (Subtitulado) fragmento — https://www.youtube.com/watch?v=Xy89nSG8NG8
La muestra Algo parecido a un beso pero más débil de Martín Legón puede verse hasta el 30 de junio en El Vómito, Araoz 832.