EL VERDADERO PARAISO — Guillermina Arciniega

Victorica
4 min readDec 5, 2024

--

Si hay algo que me intriga es la privacidad del hogar de la gente muerta. Y es que cuando uno vive no puede ver el valor de lo que usa, de lo que toca y mueve de lugar- pero cuando alguien muere la gente intenta reconstruir a través de los objetos, la vida. Santiago Villanueva dice en la revista Segunda Época n°2 que “la casa en uso no habilita a la biografía”. César Aira. en su texto “En La Habana”, descubre en la Casa Museo del poeta José Lezama Lima los objetos sobre los que escribió, el tamaño de su habitación en relación al tamaño de su cuerpo y que, a veces, es preferible no hacer ni visitar ciertos museos. Hay algo posiblemente morboso en esta intriga que me generan los hogares de las personalidades muertas, pero no me importa en absoluto y le doy de comer al morbo con mucha proteína. Cada vez que tengo la oportunidad visito uno de esos museos y me compro algo en sus gift shops.

El primero que conocí fue el Palacio San José en Entre Ríos. Recuerdo hablar con mis compañeros de colegio, que estaban conmigo en el campamento, e intentar explicar (o más bien transmitir) la sensación que generaba el lugar en mi pecho. Lo que replico una y otra vez (y se reanuda en todos las casas-museo que visito), es la impresión. Como una especie de asco que me genera ver las camas perfectamente hechas y perfectamente cortas. Algunas ornamentadas arriba con grandes telas que caen y otras que parecen más bien de orfanato pero con sábanas horribles. Mucha gente que visita el palacio se impresiona con la sangre en la pared o en el pañuelo, que se supone le pertenece a Urquiza. Sangre que salió de su cuerpo cuando fue asesinado de un tiro y cinco puñaladas un 11 de abril de 1870 y que existe ahí desde entonces.

Cuando fui a la Villa Ocampo (la mansión de Victoria Ocampo en San Isidro) me pasó lo mismo. Podía verla a ella sentada frente al espejo de su tocador y sentir el olor a humedad del empapelado con flores rosas. Algo que me cuesta imaginar, y esto aplica a todas las casas-museo, es a la gente que trabaja ahí. Esos hogares, cunas de creación, de revolución y de misterio, parecen estar inmóviles frente al paso del tiempo y a las pisadas de las miles de personas que los visitan. Me cuesta imaginar a alguien que tiene la llave, apaga las luces y cierra la puerta cuando todos se van. A una empresa de limpieza que se encarga de dejar ese lugar con olor a Poett flores de primavera y a los historiadores o familiares que reconstruyeron los hechos para la principal tarea de exhibirlos.

Busqué en internet si esta costumbre de conservar una casa es sólo del mundo occidental, o si también lo hacen en oriente. No encontré demasiada información más que “Los 10 museos que no puedes perderte en China”. Esto me hizo pensar que quizás las ruinas, los sitios arqueológicos, también fueron en su mayoría casas, y que éstas se encuentran en todo el mundo. Este año viajé a varias ciudades de Italia y por suerte, pude alimentar mi morbo mortuorio de manera muy nutritiva. Vi los huesos de San Ambrosio, patrón de Milán, en una escena muy extraña para mí: sus huesos estaban adentro de una pecera y había bancos de iglesia alrededor de ella. Lo necesario para rezar desde cualquier ángulo, visión 360. Tenía una corona que parecía ser religiosa. Por lo que leí sobre San Ambrosio, entiendo que fue el mentor de San Agustín, que entiendo (perdón si desinformo) fue el que escribió sobre el tiempo como hoy lo conocemos. Algo que pude ver en todas las ciudades italianas que conocí fue la cómoda presencia con la muerte. Hasta en la iglesia más común de cualquier pueblo hay una cripta con cuerpos. Y no sólo eso, sino artefactos que usaba esa persona, mucho silencio y mucha gente rezándole a esos cuerpos. Demás está decir que Roma es una ciudad aún más morbosa que yo, pero es realmente impresionante la cantidad de cosas que se conservan en un pequeñísimo territorio. El comienzo de muchas cosas y el fin de muchas otras. Lenguaje, pasión, guerra, creación, enigma, muerte, sangre, construcción y destrucción. También shawarma, tesla, una especie de torta frita hecha pancho, señoras sentadas en la reposera en las puertas de su casa, ruinas, papas y tote bags que dicen “I love ROMA”. El verdadero paraíso.

--

--

No responses yet