JUANA BIGNOZZI, PORTEÑA UNIVERSAL — Juan Laxagueborde

Victorica
4 min readMay 3, 2024

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Además como he pasado al lado de los ríos más famosos del mundo
y no me suicidé en ninguno
mi falta de amor por la humanidad está suficientemente demostrada.
Juana Bignozzi, “Sprit o sentido del humor, como gusten”

Juana no fue una poeta nacional sino porteña. Defendió siempre esa condición. Pero no creía en las identidades. Discutía en las leyendas, esas maneras abiertas de sentirse parte. Buenos Aires era más un mito que una razón, la justificación del trabajo y de la poesía, el teatro del conflicto y de las promesas plebeyas.

Era singular o universal. Dependía del día o del aspecto que tomaban los objetos y los pormenores éticos a los que se refería.

También era un cruce de dos caminos que juntaban la vida de los amigos y los objetos del arte clásico, de las poesías líricas más sofisticadas y los colores del mito de la pintura renacentista. Lo que mediaba, lo que la volvía territorial, era que siempre volvía o venía de la memoria juvenil de una ciudad ya perdida, ya hecha. Si fue una gran poeta es porque empezaba desde un rincón muy propio, materialista, doméstico o sentimental, al borde de la melancolía, pero con un ahínco anarquista peculiar sin el tango de otros, sin llorar porque sí. Era el arte clásico acompañadp de un modo particular de aprenderlo, con partes de ilustración familiar, obrera y autodidacta a la vez. Más el centro de la ciudad con sus multitudes y sus aventuras. Más la sociabilidad, los amigos y los bares. Aunque podría decirlo al revés: los amigos serían lo sagrado y el arte la materia de la historia que permite una mediación con los dioses que no existen, salvo cuando Juana habla con los muertos en sus poemas. Pero los muertos con los que habla parecen sus amigos. Así de complejos eran sus movimientos. Eran francos con formalismos graciosos, una lucha por la vida hospitalaria sin negociar lealtades.

De su biografía parte todo un pensamiento del viaje y el desplazamiento. De Saavedra al centro y de ahí a Europa, para finalmente regresar a la patria. Se pierde de vista por treinta años pero viaja un montón, recorre las escenas de la cultura occidental a través de los museos y las ruinas. Dale que va con la curiosidad para marcarse con la mitología propia de los Estados fuertes y de las leyendas heroicas sin el centro en la salvación moral colectiva, sino en la purga de las pasiones bajas para prepararse para lo demás: la personalidad, la ideología situada, el enfrentamiento con los biblioratos que consideraba útiles para ubicarse de nuevo en el mundo, entendido como el universo de los que luchan. Esa lucha incluía y empezaba por la propia doctrina de ser justa.

Escribía partes o fragmentos o ideas para poemas en cualquier papelito. No importaba el soporte, tampoco el rito ni la performance de escritora. En una de esas anotaciones encontradas se lee: “Voy en barco a / lugares a los que nunca / volveré / y me esperan los / muchachos que / fuimos antes de / elegir cada uno su degradación”. Hay ahí alguna clave de sus temas, lo que se va, lo que se degrada. Escribía para que perduren cosas, personas y sensibilidades dignas de serlo. En la escritura quedaba el registro de lo que no podía degradarse: el mito, lo que puede ser de vuelta solo si se decreta su final provisorio. Sea la juventud, el cine Lorraine, el pintor Morandi, la revolución socialista, los novios, el arroyo Maldonado… En un poema dice que Buenos Aires era “aquel lujo de vivir”. Algo de su vitalismo, del enfrentamiento con la decadencia, de la fuerza de la subjetividad contra el sentido común de todo tipo, se juega en ese verso al pasar. Siempre todo ya fue en Juana. La poesía es lo que posibilita que vuelva a serlo.

Me doy cuenta que no me doy cuenta si estoy hablando de Juana o de sus poemas. Porque ni era una poeta política ni era autobiográfica ni era ingenua. Siempre ponderaba “la ideología” de su obra, que nunca definía del todo. Es que no parecía querer hacerlo, porque había algo de lo ejemplar, del estoicismo, del hacer más que del ser, que primaba. Puede entonces que la poesía y la vida no tengan otra definición que la lectura o lo que nos llega de lo que fue, por lo que nos cuentan, o lo que sabemos de sí por sí misma. Logró autodeterminarse. Solo podemos buscarla donde está, en los poemas. Que no son lo otro de la vida, ni su antecedente ni su efecto. Son una pista de lo que fue y una energía para lo que intentamos ser sus lectores.

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