Charlie apoya en el escritorio un sobre que contiene un pliego de papel libre de ácido, lo saco y me encuentro con dos fotos, dos retratos de Alejandro Kuropatwa. Qué? De dónde salió esto? Por qué nunca lo vi? Por qué esto no es conocido? Me doy cuenta de que si las miro mucho tiempo probablemente me ponga a llorar, al mismo tiempo no puedo evitarlo. Son perfectas. Dos retratos blanco y negro hechos por su joven asistente de aquel momento. Alejandro tenía puesta una chomba de Kenzo y estaba sentado en un sillón, en una foto fuma y en la otra no, en una foto mira directamente al lente de la cámara y en la otra no. Era un día soleado, y esa luz recorta su silueta, la despega, creo que la despega tanto que desborda los límites del papel. Alejandro mira, y la manera en que esa mirada fue captada borra por momentos los límites espacio/tiempo que nos separan.
Hace poco fui a una muestra en una galería del centro, mientras la recorría escuché a alguien decir “yo no creo en las pavadas esas del aura, pero cuando se vaya la voy a extrañar”, algo de eso me pasa. Aunque yo si creo en “las pavadas esas del aura” de las que habla Walter Benjamin, o más bien creo que hay algo del orden de lo inenarrable, de lo místico, que rodea a ciertas obras de arte (no a todas) y que hace que te alejes por un momento del cotidiano que te rodea. Ese componente intangible es el que me interesa.
Desde el momento en que vi esas fotos no puedo parar de pensar en ellas, me imagino gastando los pocos ahorros que tengo en comprarlas mientras escribo en mi mente un guión curatorial que las coloque como centro de una muestra. Como tengo tanto de investigadora como de curiosa, por no decir chusma, quiero saber mas: quién las tomó? en qué año? con que periodo de Kuropatwa coincide? como siguió la carrera de esta persona?, que mas se puede decir de todo esto?
Una jóven Gutnisky trabajó como asistente de Kuro durante algunos años de la década del ’80, quizás el período más prolífico de la carrera de este artista. Los retratos datan del año 1998, 2 después de la famosa serie Coctel, es decir una vez que pasó ese período de urgencia provocado por la carrera contra la muerte a la que eras empujado por ser portador de VIH en esa época. Para mi sorpresa, sus redes sociales están llenas de fotos perfectas y sin alma: hoy en día se dedica a fotografiar esas casas que vemos en las revistas de decoración. Imágenes perfectamente encuadradas, con iluminación pareja, los muebles colocados milimétricamente, y sin ningún atisbo de vida humana.
El acto de crear tiene algo de pulsión vital, que es inherente al arte, hay un deseo de trascender. Vuelvo al portfolio de esta fotógrafa y no encuentro nada de eso. Se por mi amigo, que ella supo participar de la beca Kuitca cuando funcionaba en el Centro Cultural Borges y trabajar con Rosario Bléfari, Vicentico, Divina Gloria y un montón de otras personas a las que si se les pudo seguir la carrera. Qué pasó? Ese deseo, esa pulsión se puede apagar o pausar a gusto y piacere?
Sigo indagando la manera de retomar este texto, que nace únicamente de mi deseo de hablar sobre Kuropatwa. Ahí está, otra vez, ese concepto que sobrevuela todo lo que hacemos, sobrevuela como un hada que nos guía dejando rastros luminosos para seguir o como la sombra de un avión que se está por caer encima nuestro en cualquier momento. Estuve viendo entrevistas y releyendo algunas notas sobre Alejandro, la mayoría de las personas coinciden en que era hipnótico. Me intriga un poco entender la manera en que esa cualidad pudo ser percibida por mi a través de una foto, a 20 años de su muerte. Supongo que es el aura.
Volviendo un poco a lo que se, Alejandro provenía de una familia de clase acomodada, que tenía una empresa farmacéutica y que luego creó Via Valrossa, un antepasado de Avon que funcionó durante algunas décadas en nuestro país. Se dice que durante el inicio de su carrera, vivió de fotografíar los cosméticos que luego se veían en los catálogos que llegaban mediante revendedoras a todo el país. Se trata de esas pequeñas revistas llenas de fotos genéricas de productos, algunas con modelos haciendo poses estáticas y anticuadas, que van pasando de mano en mano entre las mujeres de barrios y oficinas. Allí, eligen que van a comprar para que, semanas después los productos lleguen a sus manos, junto con otra revista y así sucesivamente en un loop infinito. Imagino a Carmen, mi vecina de toda la vida de Villa Domínico mirando las fotos de Kuropatwa y me rio. Habrá forma de identificar esas fotos? Se verán diferente que las del resto del catálogo?
Cuando alguien me pregunta de que vivo no se muy bien que responder, en general digo que soy curadora e investigadora pero que hago lo que puedo, me pregunto si la asistente de Kuro dice lo mismo cuando piensa en las tapas de revista Living que produce hoy en día. Me pregunto también si Alejandro diría lo mismo sobre su paso por la fotografía de catálogo. Pienso también que sería buena idea intentar juntar todos esos trabajos que vinieron antes, o muchas veces al margen, de las obras que sí son consideradas artísticas. Indagar y mostrar un poco de ese lado B que es indispensable para seguir cuidando el deseo, el envión. Enaltecerlo y darle la entidad que merece frente a un mundo que lo ve como decadencia y no como el peaje que la gran mayoría tenemos que pagar por sobrevivir en esta sociedad. Poco antes de finalizar su trabajo como director de la galería del Rojas, durante las Jornadas de Crítica en el año 1996, Gumier diría que “el arte, como la vida, no es un problema -y menos aún un trabajo-. Es un misterio.” Que no nos roben el misterio.