LA CRISIS DE LA PROPIA IDENTIDAD — Entrevista a Juan Grela G.

Victorica
14 min readApr 26, 2024

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Introducción, por Gala Altamare

El miércoles pasado, cuando terminaba el taller, Juan Laxagueborde me dio unas hojas plegadas, como cuando te comparten un tesoro que hace rato está arrinconado en algun libro. Era esta entrevista que van a leer, publicada en la revista Pájaro de fuego n°4, en 1978. Las cosas cuando están mucho tiempo arrinconadas buscan salir por sí solas. El protagonista es el pintor, docente de arte, librero escolar y peluquero Juan Grela (1914–1992). “Yo aprendí que en mi interior soy igual que el caracol, soy igual que el perro, soy igual que las plantas y soy igual que las estrellas”, lo leí afirmar en algún otro lugar.

Nacido en Tucumán pero criado en Rosario, sostuvo una curiosidad permanente ante sus propias inquietudes. En los inicios comenzó a pintar al aire libre junto a un grupo de amigos. Luego integró la Mutualidad fundada y coordinada por el rosarino Antonio Berni, pero su sano merodeo eventualmente lo apartó de tal escenario. El tratado del paisaje, de André Lothe y Universalismo constructivo, del uruguayo Joaquín Torres García, fueron sus libros de cabecera. El pintor Schiavoni fue su placer culposo.

Grela decía que uno es lo que es en función del medio en donde se cría y que para desplegar una singularidad artística debe sincerarse con sus orígenes (y con uno mismo). Al leer la entrevista dos cosas me resonaron: 1) La importancia de respetar el tiempo propio 2) No suspender el quehacer artístico sean cuales sean las condiciones materiales y económicas. Retomar estas ideas es quizás una bocanada de aire para pensar y habitar el presente.

El soporte puede ser un cartón o un sachet de leche, los óleos se arman con aceite de cocina y los alambres de un paraguas pueden convertirse en gubias. Esto último lo leí hace tiempo en Dentro de uno está el universo, libro editado por Iván Rosado que reúne cuatro conferencias que dio Grela en 1985. Quedé maravillada por la simpleza y la confianza desus palabras.

Fue amigo de los grises de color, de la paleta desaturada y los contrastes silenciosos. Nos aproxima que la pintura no es sólo pintar y que varios movimientos vitales y cotidianos la posibilitan. Podría decirse, para esquivar temporalidades lineales, que algunos de sus vaivenes fueron: el modelo vivo y el automatismo, el encuentro con la pintura plana (pero no chata) y la figuración, el realismo y la fantasía. Ante estas diversas etapas o estilos, Grela advierte que los cambios no le preocupan y lejos de un sentimiento de angustia, por el contrario, afirma que el artista “no coloca el color que quiere, coloca el que puede y no determina el cuadro, sino que el propio cuadro se determina a sí mismo” ¿No es genial todo lo que puede tener adentro unas cuantas hojas plegadas?

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Usted, Grela, ofrece la imagen de un pintor muy preocupado por el estudio, por la investigación, la formación. Antes de abordar un problema de solución plástica, pretende ir muy bien informado y armado para conseguir el resultado personal que desea naturalmente el artista. Es desde ya una tesitura personal, pero me interesaría que me hablara de esa actitud.

Yo creo que los individuos desde el punto de vista temperamental se dividen en dos grandes tipos, con miles y miles de subdivisiones: los que hacen primar lo mental sobre lo emocional y los que proceden a la inversa. Yo necesito pensar antes de hacer, como hay otros que piensan haciendo.

Existe además un grupo que hace y luego piensa lo que hizo…

(Rie) Es cierto. Yo creo con mucha profundidad que el individuo debe vivir bastante preocupado para saber quién es él, porque eso es fundamental para hacer. Esto no quiere decir que se elimine el sentimiento.

Sin que se tome como una pregunta intencionada, ¿ese método no traba la espontaneidad?

No, porque el concepto que yo tengo de la espontaneidad es que ésta es producto también de la elaboración. Y cuando se produce el hecho espontáneo, a lo mental y lo emotivo deben ir juntos. Si no, sería desorden. Por lo menos para mí.

Grela, usted ha pasado por diversas etapas o estilos, con cambios abruptos entre uno y otro. ¿Cómo es ese proceso, cuánto duran los sucesivos procesos, cuándo se agota y por qué?

Consecuente con o que son estas cosas, no creo que nadie advierte cuándo ingresa en una etapa diferente ni cuándo está dejando lo que estaba haciendo. Yo nunca he vivido con la preocupación de ningún cambio.

¿Se sorprendió alguna vez Grela, al terminar un cuadro, por su resultado?

A mí me sorprende, luego de mucho tiempo, ver la diferencia que existe en mis diversas etapas durante cuarenta años. Yo me siento un trabajador de ésto. No me preocupa si soy un creador o no soy un creador. Estudio, pienso, veo, analizo, vivo autocriticándome y aceptando las críticas y saco en conclusión que la libertad no existe, pero tengo la obligación de ser libre. Por eso, toda cosa que se me ocurre, la hago. Pero sin ponerme a pensar que en determinado momento tengo que cambiar. El cambio para mí, es el producto de la remodelación cotidiana del propio individuo. Eso es insensible.

¿Cómo ve Grela, porque ha sido un fervoroso docente, la actual pintura joven argentina? Las nuevas corrientes, el hiperrealismo, la evolución…

En este país tenemos gente joven muy valiosa y que posee gran talento. No se puede afirmar que no sepan hacer. Los argentinos hemos procedido -y también caigo yo en la volteada- aguardando que desde Europa o desde algún otro costado, nos lleguen los datos necesarios como en el caso del hiperrealismo, para hacerlo nosotros. Cuando yo estudiaba Van Gogh, cuando estudiaba Piero della Francesca o Piet Mondrian, o Torres García, a Braque, todas sus influencias quedaron dentro de mí. Los jóvenes que fueron en su momento informalistas, constructivistas, hiperealistas, no pueden liberarse de las influencias. Y también le pasa lo mismo a los mayores, nadie está salvo y en sus trabajos siempre aparece la cosa de afuera. La conclusión final es ésta: nuestro nivel de pintura es muy bueno. Pero seguimos haciendo las cosas mirando para afuera.

En una reciente conversación que mantuvimos con Gómez Sicre, Director del Museo Latinoamericano de la OEA, él alabó enormemente la pintura argentina, la que por otra parte es -cuantitativa y cualitativamente- la mejor representada en ese Museo.

No preguntamos: ¿existen actualmente maestros del nivel de su época, ya que hemos mencionado las enseñanzas de Berni, Spilimbergo, Castagnino, Butler?

Si existen, pero indudablemente pareciera que estas disciplinas plásticas tienden a aplicarse de otra manera en el terreno de la enseñanza. Yo he sido un docente y creo que antes existía mayor severidad en los lineamientos.

Pasando a otro tema… ¿qué tiene que ver la pintura de Grela con Oliverio Girondo? No sé si me entiende la pregunta. Leo el nombre de uno de sus cuadros: Guamicida Omnada

Si, entiendo. Los títulos de las obras de mis cuadros han sufrido las mismas transformaciones que las propias pinturas, según dijimos podía apreciarse. En mis primeros años (1939–45) yo trabajé exclusivamente en mi casa. Mi modelo era Aid, luego nació Dante y yo hacía permanentemente naturalezas muertas y retratos. Los nombres por entonces eran Aid, La madre, Naturaleza muerta… Luego yo salgo y comienzan los nombres Paisaje de Cruce Alberdi, Barrancas de Alberdi, La Basurita, El guacho, La laguna Mosadoñe… Llega un tiempo en que los nombres se van apartando de la realidad y se hacen literarios y posteriormente sufro la influencia de Klee, Miró, Chagal y mis cuadros representan cosas más interiores, como el ejemplo de Paisaje de Urú. Es obvio que todos reconocemos lo que es paisaje, pero Urú, ni yo mismo sé lo que es.

Comienza en mi trabajo la colocación de líneas, formas y colores que pertenecen al mundo de la fantasía, que para mí es patrimonio de todos los hombres. Lo que ocurre es que algunos no la ejercitan. Yo creí en un momento que no poseía fantasía, la comencé a ejercitar y comprendí que era una cuestión de desarrollarla, como toda capacidad intelectual.

Los títulos de las obras se unieron un poco al resultado de los cuadros.

Luego fueron perdiéndose las últimas palabras de la realidad. Por eso decía que yo nunca sé cuándo entro ni cuándo salgo, porque lejos de lo que se supone de mi -que predomina el razonador- si no funciona la parte emocional, no acepto el resultado. Desde hace dos o tres años, cuando termino un cuadro, voy jugando con las letras hasta conformar también las palabras…

Hace del título, también una cuestión de composición estética.

Y de inventiva. Sale una palabra que no es del castellano, ni del francés ni del lunfardo. Pertenece para mí, como las formas y los colores, al. mundo de la fantasía. Juan Carlos Paz, con la música, ha procedido en forma similar, como Xul Solar, ahora recuerdo, en la pintura.

¿Cómo vive un pintor de provincias su acceso a la Capital, en las esporádicas visitas que hace con motivo de sus exposiciones? Me refiero a la vinculación con el medio plástico porteño.

Cada uno puede hablar de las experiencias personales en ese sentido. Yo hace veinticinco años que viajo a Buenos Aires con mis exposiciones, fuera de las que realizo en el interior. El problema del pintor de provincias con respecto a Buenos Aires, es diferente según la persona.

En mi caso, yo tenía creadas algunas barreras mentales, porque quizás me abrumaba su carácter de centro de inquietudes. Puedo decir sin embargo, que he encontrado apoyo y amistades en todo el ambiente. Por supuesto, es cuestión de una larga experiencia, de no ser apresurado y de trazarse un plan.

¿Un pintor como Grela, vive de su pintura?

Bueno, la verdad es que a mí vivir de mi pintura me costó treinta años de trabajo. Podría decir que vivo de ella desde hace siete años. No creo que en Argentina yo sea la excepción. Todos los grandes maestros, vivos o desaparecidos, han sufrido experiencias iguales o aún peores.

En nuestro país es imposible que un grueso número de artistas, aun excelentes, vivan de su pintura. Hay que tener en cuenta que somos un país nuevo y el mercado del arte aquí se inició hace más o menos veinte años. Como es lógico, no existe aún un entorno como para que las cosas funcionen de inmediato. Por eso muchos pintores se mantienen con otras actividades: la cátedra, negocios, enseñanza particular, etc.

Grela es reconocido, como un pintor lerdo, de producción escasa. Y ese factor debe jugar también en los resultados.

Si, influye. Pero cada uno tiene su tempo. Mi producción es limitada, no porque la haga yo así de ex profeso para crear expectativas comerciales, sino porque también ese asunto es un problema temperamental. Están los rápidos que hacen sus cosas muy bien. Otros necesitamos mucho tiempo para estar conformes con lo que realizamos, es el caso de Aizemberg. Seurat se murió por exceso de trabajo y sólo pintó siete cuadros en su vida. Van Gogh en cambio terminaba un cuadro a veces en ocho o nueve horas. Concretamente, el tiempo no define la calidad del trabajo. Son modalidades personales.

Mirando sus últimas obras, tanto los óleos como los pasteles, incorpora imágenes que a mí se me antojan formas semi vegetales, subacuáticas… de todas maneras, un mundo abstracto. Yo nunca olvido una naturaleza muerta suya que se encuentra expuesta en el Museo Castagnino de Rosario. Se trata de una expresión de un realismo rabioso, estricto. Luego de atravesar innúmeras etapas de la plástica, Grela llega a ésta última actitud, que expresan los cuadros de la retrospectiva que expone ahora en Buenos Aires. Y viene la pregunta: ¿Cómo se siente un artista ante el desfile de sus propias modalidades y escuelas, en lo que hace a su inmediato futuro? ¿Qué es lo que presume puede hacer mañana?

A mí lo que pueda hacer mañana no me preocupa, porque estoy convencido que el ser humano es una permanente incógnita. El hombre se gasta y como naturaleza llega a su punto más alto y luego decrece o por lo menos se detiene. El problema del futuro no me interesa.

Es muy poco curioso.

(Ríe) Soy poco y muy curioso. Lo que ocurre es que a mi no me interesa lo que voy a hacer, porque trabajo con el accidente, La tela en blanco contiene las formas que voy a descubrir.

Picasso decía: “yo no busco, encuentro”.

Y también decia, qué voy a buscar, si yo no he perdido. Antes, cuando yo venia de la realidad hacia el cuadro, me sentia perdido si no tenía delante de mi la copa que iba a pintar. Ahora, en cambio, me encuentro con la tela en blanco y nada más: el resto lo tengo dentro de mi. Si el blanco de la tela me sugiere algunas formas, las marco con la carbonilla, SI no me gustan las borro. Pero los primeros trazos, me sugieren a su vez nuevas formas. Hay un enlace constante hasta qué se definen los accidentes. Ya no pienso en la composición ni en la armonía, porque a través de una larga elaboración eso queda incorporado. Es decir, a mí no me interesa como persona portarme bien, porque si a los sesenta y tres años no adquiri una modalidad adecuada como para convivir con mis conciudadanos, ya no lo podría aprender más. Y si después de cuarenta años de pintar, tuviera que seguir pensando en la composición y en la armonía y en las relaciones, querría decir que perdí el tiempo y no incorporé el mecanismo mental. No habría conseguido mi propio equilibrio, porque la composición es el equilibrio del individuo. Si yo coloco un rojo en la parte superior y otro en la inferior puedo lograr un equilibrio técnico, académico, por oficio. Pero a mi altura, tiene que representar mi propio equilibrio.

¿Qué pudo haber aportado en la formación de Grela, su admiración al constructivismo de Torres García?

A mí me enseñó Torres García que cada hombre tiene un mundo interior y que cada uno en su medida debe usarlo. Yo trabajé seis años con la regla de oro, usada por los egipcios,

Leonardo, Piero della Francesca.

Ahora, yo la encontré en la naturaleza. No sé si toda la naturaleza está compuesta en base a la proporción aurea, o no. Supongamos un caracol cualquiera: sus medidas responden a la sección aúrea. Las hojas de las rosas pertenecen a la sección de oro, desde la raíz a las hojas.

Cualquier paisaje que admira un ser humano, se encuentra compuesto.

Si, si el ser humano está compuesto. Allí está el problema. Pero quiero seguir con la sección de oro, porque quizás ella me enseñó a hacer lo que hago hoy. El caracol tiene sección armónica, la cabeza del hombre también, lo mismo que las plantas, como lo definen Leonardo y también Durero. Yo entonces venía de campos del pensamiento muy esquemáticos y encasillados, y allí comienzo a sentirme un hombre metido en el universo y me acerco al árbol, como me acerco al perro, como al agua y a la piedra. Torres Garcia me enseña que sin el modelo, a través de los trazados de la sección aúrea, de repente me encuentro con una cara, o me encuentro con una casa, o con una luna, o una copa. Pero ya no pertenecen más a la realidad cruda, sino que han pasado por mi filtro y la voy a encontrar en mis cuadros a través de un mecanismo irreal, como el de la sección aùrea.

Si Grela debiera volver a la docencia y tener bajo su responsabilidad formativa a un grupo de jóvenes, en el ámbito del mundo actual, convulsionado por hechos y urgencias diarias, ¿cuáles serian sus actuales posturas?

No es nada fácil de responder. Aqui tendria que dejar bastante de lado muchas estructuras mentales y espirituales propias. Pero lo primero que haria seria ser cauteloso en el conocimiento de mis enseñados; pero de cualquier manera, la principal y primera función es la del mutuo conocimiento de las partes: el alumno, que yo soy el maestro y yo, que él es mi alumno. Creo en una disciplina adecuada a la realidad.

Creo en la exigencia. Si no hay exigencia, el alumno no crece, no se remodela, no aprende a ser evolutivo.

Además, insistiría en definir que el pintor no se hace sólo con pinceles y con pintura, sino con formación, con cultura, con la idea de la convivencia normal de un ser humano corriente y común.

Refiriéndonos a otro tema: la proliferación de técnicas no tradicionales, engendradas por la nueva tecnología, ¿puede cambiar la pintura del futuro?

Por supuesto que la puede cambiar. Pero quisiera hacer algunas reflexiones al respecto: el mundo tecnológico al pintor no le ha dado absolutamente nada que modifique en profundidad el problema. Si le ha dado oportunidad y posibilidades al escultor. En materiales, se ha creado el óleo pastel que en cierta medida es similar a los lápices de cera que ya usaba por ejemplo Rafael. También vivimos el auge del acrilico — que yo no uso porque no me gusta pero que tiene similitud con el óleo, la témpera o la acuarela según el grado de tratamiento. En cambio el escultor, se manejaba con bronce, con piedra, con hierro, con mármol.

Ahora aparece el acrílico que es corpóreo pero a la vez transparente, y le modifica el espacio. Es decir, una escultura de bulto, con un trozo de acrílico en cuanto lo ubicamos en el espacio, se convierte en una escultura que es distinta a las esculturas de todas las épocas, porque antes ese material no existia. Y pertenece a una sociedad científica y técnica. En la pintura no pasa eso, porque las modificaciones no son más que de variedad.

Dejando de lado los materiales en si, ¿podrán influir sustancialmente en el producto plástico otras creaciones del espiritu tecnológico como una computadora, por ejemplo? El auge de la cibernética prefigura perfectamente la posibilidad de que una computadora realice selección de formas y colores. Ya se vive un verdadero arte tecnológico. ¿O no es arte?

Creo que desde 1912, cuando Braque coloca el collage en el cuadro, abre una apertura acerca de las distintas posibilidades que pueden brindar al pintor, los más diversos materiales. Desde el collage a la computadora, los medios son lícitos. Ocurre en la música, con las posibilidades que brindan los aparatos electrónicos. Son recursos válidos. Pero de todas maneras, la tecnología no invalida ni crea en esencia nada. Ahora bien, el pintor joven que vive estos dias de gran desarrollo tecnológico, también arrastra motivaciones interiores y ancestros que pertenecen al pasado.

Dentro de esta época, sin embargo, también existen artistas a veces llamados pasatistas o que están fuera de época. Y eso no es por casualidad, es porque hay otros elementos, mucho más profundos dentro del hombre, que el mismo hombre no puede evitar. Bach, cuando comienza a componer, asiste al nacimiento del piano, pero a él el piano no le interesa y no hace composiciones para piano. Quiero decir que en la actualidad, la existencia de la computadora no obliga necesariamente a usarla para la creación sin querer significar que el usarla no sea lícito. Al fin de cuentas, siempre el que decide es el ser humano.

Muy bien. En su última retrospectiva se puede valorar la obra de cuarenta años de trabajo y aún queda en el espectador la sensación de que las últimas producciones apuntan a un nuevo cambio. ¿Es cierto ésto?

Es posible y no es posible. No sé qué puede ocurrir. Y esas cosas estan condicionadas a una serie de interrelaciones. Cuando yo voy a pintar un cuadro, me propongo por ejemplo, pintar un rojo. En la mente del pintor, ese rojo es ideal, no está rodeado por nada, es libre, no tiene oposiciones. Cuando lo ponemos en el cuadro, debemos utilizar un medio que represente a ese rojo y en este caso el rojo que debo utilizar tiene dos derivaciones por naturaleza. Están definidos: o son anaranjados o son violetas. Al acercarme al cuadro debo utilizar un material que ya me está robando el veinte por ciento de mi color idealizado. Siempre hay una inclinación que debemos elegir, que no es la ideal. Entonces, la libertad no existe y por eso es dificil decir dónde va cada uno.

Ha repetido nuevamente que “cree en la libertad, pero que la libertad no existe” ¿Cómo es eso?

Es claro, la libertad pura no existe y eso se comprueba también en la vida diaria: la convivencia obliga a condicionar la propia libertad. En pintura, el artista no coloca el color que quiere, coloca el que puede y uno no determina el cuadro, sino que el propio cuadro se determina a si mismo.

Finalmente, Grela, si acepta que la convivencia limita la libertad ideal, usted acepta el condicionamiento. Otros han elegido la angustia.

Claro, porque ellos eligen lo que el hombre no puede hacer. El que elige la angustia es porque pretende atravesar una pared que el hombre no puede atravesar. El ser humano es muy limitado. Los que prefieren la angustia para seguir con sus sueños, son los que han tenido la desgracia de pretender más allá de sus posibilidades.

C.A.G.

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