MARAVILLOSO Y VENIDO A MENOS — Nina Kunan

Victorica
4 min readMar 14, 2025

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Hace días vengo pensando en escribir sobre un lugar y justo pero justo hoy me entero que ya no va a existir más. Así, como lo conozco. En realidad no es un lugar, es toda una situación, un taller, mi taller y el de Juan y el de Fantasy y el de Pili.

Estoy un poco cansada de tener que despedir cosas. Cada vez se me hace más frecuente, será una etapa, un contexto en el que nada se puede sostener mucho tiempo o simplemente yo en una (seguramente). No hay problema, pero acelerando, que de duelo en duelo no llega el fénix.

Yo tenía un departamento que pintar y desalojar y un deseo inmenso de resolver un espacio de trabajo. Me permití imaginarlo: maravilloso y venido a menos, especial, grande. Apostaba muy fuerte y por dentro a que esa fugaz y azarosa veta del destino en esta ciudad por favor me sorprendan. Rodri se cruzó conmigo y al día siguiente el lugar apareció (brujerías).

Es una sala de siete metros por quince, amplia, cubierta en su totalidad por un alfombrado azul cargado de un polvo de otra época. El lugar no se habitaba desde el 2015, fue tomado por murciélagos mientras. Hay un techo inalcanzable y abovedado que demarca con molduras y semicírculos lo que podría haber sido un escenario extrañísimo, se supone que era una oficina. Tiene cincuenta (!) spots para dicroicas con transformador, un consumo de luz ridículo. Por suerte sólo funcionan tres y nunca jamás se van a dar las condiciones para arreglar el resto.

Queda en el último piso de una galería en calle Florida. Hoy la mitad de los locales están vacíos pero se sigue puliendo el brillante piso de mármol cada día después de las siete de la tarde. Los locales que quedan se ven un poco en decadencia, pienso que estamos yendo todxs hacia el mismo lugar (no me excluyo). Pero arriba la ciudad… la ciudad se ve entera en los ventanales de los ex-oficinistas. El reloj de la legislatura, las cúpulas del Bencich, la del ex Gath y Chaves, algunos centímetros desparramados del río de la Plata, la puntita del Kavanagh, la mini Dubai de Puerto Madero, el edificio Sáfico, el Obelisco si asomas un poco.

Jamás podría sola con un lugar así. Llamé a Juan, le dije: amiga tenemos nuestro propio sky-bar. Bárbaro para nosotras y nuestros delirios aspiracionales. Vamos juntas. Nos tiramos en la alfombra. Puse ‘Mi ciudad’ de Nacha Guevara y brindamos con champagne y murciélagos y la sarna que me dio al día siguiente, mientras cantábamos los versos de un esplendor porteño de época al que sentíamos, merecíamos, pertenecer.

Con el tiempo mi paisaje fue también el mundo de Juan. Cáscaras de huevo por el piso, jabones apilados, pedazos de terciopelo de seda desmechados y una tira de cartón corrugado en espiral coronada por una pluma. También una bolsa de plástico erguida con alambre sobre una base de telgopor a la vista inestable (no se cae) y un maniquí casi siempre vacío. Así como lo cuento quisiera que se entienda que Juan es pura delicadeza y elegancia, y su obra y su persona son en sí mismas: iguales

Juan no tiene disciplina de trabajo y en eso somos muy parecidos. Parecería que el arte se reserva a la genialidad… aunque tenga miedo de que cada vez pueda llegar con menos frecuencia. No le interesa estar al día con ninguna tecnología, sabe perfectamente que no lo necesita. Durante un año entero lo vi no tener siquiera un mueble y trabajar sus miniaturas desde el suelo. Juan viene y me dice un día que se siente estancado y yo le dije que por favor se compre una mesa. Consiguió una gigante de dos metros por uno y aún así hoy cuando lo encuentro está en el piso igual.

Cuando viene es un suceso. La mayoría de las veces es sólo para hablar. A veces nos encaramos en improvisados mini proyectos de estilismo. Coser un vestido de tango (este fue el más grande que hicimos), armar una colección de pañuelos, pensar un look para tal ocasión, acortar una pollera. Me encanta su compañía.

A los 6 meses tuvimos que sumar a Pili y al año a Fantasy por los aumentos. De repente somos un grupo de estilosas aptas para trabajar sobre alfombra, casi sin pared y encima nos llevamos bien. ¿Saben lo difícil que es eso? El piso se convirtió en una situación entera de personalidades y obras donde desfilan visitas, amigxs, enemigxs, clientes y fletes de todo tipo. Aumentan los ceniceros con colillas de chisme, se suman zapatos gigantes y notebooks. Ahora ascendieron a dos (2) los mates que se ponen naranjas al olvido y tenemos un mueble bar hermoso pero de botellas vacías, ni una gota aguanta…

Cada franco que tiene Juan estoy atenta a si viene o no. Cada vez viene menos. Perdí la cuenta de cuántos aumentos vamos, a pesar de los titulares acá no baja la inflación. El nuevo número fue el último golpe. Ayer me dijo que no iba a poder venir más y tiene todo el sentido. Lo que se escurre no es solo la plata, es el tiempo. Hoy ya no se puede sostener casi nada, creo que lo dije. Quedan estas notas como un retrato.

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