MARIANA LÓPEZ, CIENTISTA DE LA ANÉCDOTA — Bettina Pavetti

Victorica
4 min readOct 11, 2023

--

En esa entrevista de la que habló Vicky en su texto, que nuestro grupo hizo a Mariana López en su casa, a la que lastimosamente no pude asistir, quedó en el registro de unos audios de whatsapp una afirmación: “la anécdota es irreductible”. Lo que quiere decir es que no puede seguir reduciéndose y eso me hace pensar que es la esencia de algo. Las anécdotas son la esencia de algo.

La etimología de la palabra anécdota proviene del adjetivo griego άνέκδοτος: no publicado, inédito. En ese entonces los griegos utilizaban esa palabra para describir todo lo que no había sido entregado, confiado o revelado. Esa palabra volvería a entrar a nuestro sistema de entendimiento luego de la invención de la imprenta. Ahí, lo anecdótico será todo lo desechado de un texto que, de haberse publicado, lo habría empeorado. La anécdota parece no tener peso por sí misma: se acerca a la parábola, es decir aquello que sólo por asociación adquiere significado. Pero ¿por qué Mariana piensa que es irreductible? ¿Y porqué yo pienso que eso la hace esencial?

En Museo, un libro errático, poético e intuitivo escrito por la autora, la anécdota es central. Mariana acude a la anécdota para poder entender el Museo de Ciencias Naturales de la Plata. Sabe que la anécdota es una historia secreta inédita. Eso se hace muy evidente en el sector de BIOGRAFÍAS, donde aparecen relatos sobre los empleados del museo de una forma bastante graciosa y chismosa: hay un tal Rizzo, que frisó a su perro para luego embalsamarlo, o Damiani, ex subdirector del museo, que solía organizar concursos de fósiles, o varios que sufrían de brotes psicóticos o de ocurrencias un poco macabras utilizadas para hacer travesuras dentro del museo. Como si esto fuera poco, el único capítulo en todo el libro que se llama MUSEO, haciendo alusión, tal vez, de que llegó a entender al Museo de Ciencias Naturales, es un compendio de anécdotas. Mariana hasta tuvo una sección en el diario El Flasherito que consistía en publicar anécdotas varias.

Tal vez la anécdota sirve para atrapar algo escurridizo y cambiante como son los mitos y conocimientos populares. La anécdota es el método anti-estadístico a la hora de entender un tema. Es poco fiable, subjetiva, una falacia y no tiene un fundamento racional que sostenga su veracidad. La veracidad de una anécdota reside en la capacidad interpretativa de la persona que la cuenta; aquel que sepa contar una anécdota, sabrá contar una verdad que sólo puede ser verdad en el momento en que la cuenta. Porque la anécdota desplaza la verdad, hace que no sea importante. Dentro de la lógica de la anécdota, la verdad, la estadística, los datos duros no entran. Una anécdota sólo será verdadera si logra atrapar al espectador.

Pero una vez sí se intentó usar la lógica estadística en el mundo anecdótico, y esta vez fue cuando se empleó la primera encuesta nacional de folklore en 1921. Fue un intento de salvar las costumbres autóctonas del avance cosmopolita y por eso, desde el Consejo Nacional de Educación, se intentó reunir el saber disperso del pueblo con la ayuda de maestros y maestras de escuelas primarias y secundarias rurales. El Consejo mandó instrucciones a los maestros y maestras para recolectar en “la forma más ordenada y fiel” el material que contemplaba prosas, versos y música antigua, de tradición hispánica e indígena del acervo del folklore argentino. Por primera vez se contempla lo indígena como constitutivo de nuestra república.

Mariana nota esto y en su fascinación hacia la encuesta, manda una solicitud para investigarla desde su punto de vista estético y poético, llamándola una obra de vanguardia por el recorrido que propone a la hora de ser leído y por su contenido caótico y fantástico. Ella propone escribir un libro que mucho no voy a hablar ya que estará por salir y no sé si la autora aquí presente quiere que comparta detalles de la propuesta, pero algo sí me gustaría rescatar. Nunca había notado en la estación de subte Bulnes el motivo del mural de Alfredo Guido sobre Telesita: es una leyenda santiagueña sobre una mujer que aparece en el campo. Ella era conocida por su gusto por la danza y a mitad del siglo XIX muere quemada en el monte, convirtiéndola en un alma en pena. Cada tanto se celebran las “Telesíadas” que consisten en personas reuniéndose y tocando chacareras para atraerla del monte y corregir su doloroso final. Y, como mencionaba Mariana, esto nunca se logra del todo, especialmente porque los músicos entran en trance por la música y el alcohol y la Telesita, figura de aparición y desaparición, termina por decidirse volver al campo. Y no sólo que Guido hizo la perfecta ilustración de ese mito en la estación subterránea, sino que era para Ricardo Rojas “el pintor euríndico por excelencia”.

En el afán de querer catalogar, organizar y sistematizar las bases de las anécdotas, ésta rebotó como un piojo y se reprodujo en cientos de miles de refranes, mitos, brujerías y dichos, dejándonos con un intento fallido de anécdota sistematizada. Para Raimondi esa encuesta es la desmesura de lo indeterminado que es en realidad nuestro folklore.

La anécdota me parece de una esencialidad resbalosa. Ella va cambiando con el tiempo, pierde su magia si se la cuenta demasiado, los detalles graciosos se van agrandando y los que dejan peor parado al contador, achicando. Es completamente efímera, inédita, el secreto de las historias oficiales. Lo esencial de la anécdota es que esconde una verdad que las historias oficiales no admiten. Es eso lo que creo que le atrae tanto a Mariana, un lenguaje que entiende cómo llegar a la verdad de las cosas sin llegar directamente. Y es como dice Lamborghini: exigir la verdad es, primero, exigir menos de lo que tenemos.

-Ponencia presentada en el Centro Cultural Reunión Amena, junio de 2023.

--

--

No responses yet