No me imagino a Mariana López escribiendo sentada ni a nadie leyendo Velorio y velódromo en un solo lugar. Más bien este es un libro de trayectos; para llevar paisajes de un lado para otro, que empieza y termina con imágenes de viaje, de abandono y de retorno.
Arranca así: “Una nena prepara su muñeca para hacer un largo viaje. La peina, la viste con sus mejores ropas, improvisa un cinturón con un lazo, le calza unos zapatitos de plástico. Guarda otros vestidos y accesorios en una valija chica. Al momento de partir, deja la muñeca en la casa, abandonada para siempre.”
Esta apertura junta todo lo que viene. En la suma de técnicas que nunca llegan a ponerse en juego encuentro estos poemas. Practican una habilidad que nunca ejercen. Un cuento me recuerda la misma idea: los habitantes de un pueblo se pasan toda una vida entrenando el arte de cazar dragones para luego no ver ningún dragón jamás.
Por momentos Velorio y velódromo es un vaivén entre la anécdota y el itinerario. Te encontrás con descripciones revestidas de poemas. Parece una gran crónica imprevista! La aventura es en sí misma el andamiaje que lo sostiene todo. Sigue la vida de una artista y avanza por encima de sus propias situaciones imaginativas. Las frases muy cortas casi aforísticas e inacabadas son un pellizco rápido y abrupto. Arman una continuidad desde el fragmento.
Se acumulan los poemas y ya muy cerca forman una vitrina. Una especie de idioma donde todo se acomoda con cuidado para que pueda verse.
Mariana podría ser una neurótica. Pero ella está antes que la neurosis: lo suyo es un método para insistir en lo común.
Escucho risitas en el texto. Está lo picaresco y un ‘qué hago’ en el aire, que Mariana nunca responde. Todo es un movimiento de transición precipitada, a la manera de la pobreza como la describía Borges: “Una más inmediata posesión de la realidad, un atropellar el primer gusto áspero de las cosas”.
Sobre el final de VyV pensé que en definitiva estos poemas son simulacros de distancias. Nos dicen si algo está cerca o lejos de quien lo dice. Pero si los damos vuelta, estos simulacros son un ejercicio hacia las cosas, que me animo a poner en práctica:
En un bosque del sur los árboles más altos se mueven por el viento
al tocarse entre ellos rechinan como puertas.
En el cielo al mirar para arriba los mismos árboles armaban laberintos con sus ramas.
Ya hay una bandera flameando en la cúpula y el castillo no está terminado.
Mi sombra baja la luz del sol sobre la página que leo.
Hay una pitbull en el sur y la llamamos Susi.
Me asustó una vez su ladrido fuerte, quiere jugar conmigo.
Descanso mejor a la noche.
En la bolsa de dormir duermo mejor y sueño mucho
aunque no recuerde nada después.
Por el piso
la gravedad del piso me endereza
y se lleva una parte de mí.
Hay muchos colores en un paisaje blanco.
Hay un perro que tiene su tiempo.
Miro este libro boca abajo dentro de la carpa sobre el piso duro y mi espalda se anuncia.
Solo ocho veces puede ser plegado cualquier papel.
Una nena trepó una piedra.
Una nena de 8, 9 años trepó una piedra como tres veces su tamaño.
Una niña trepó una piedra y jugó a ser su jineta.
La piedra fue un caballo.
-Ponencia presentada en el Centro Cultural Reunión Amena, junio de 2023.