MARUKI & GUCHI — Juan Laxagueborde

Victorica
4 min readApr 16, 2024

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Maruki y Guchi se conocieron en el año 2015 en UV Estudios. Maruki había ido a visitar el lugar y Guchi ya tenía ahí su taller. Lucía un vestido turquesa y unas sandalias doradas. En la mano una tacita minúscula con unos dibujos que daban toda la vuelta y figuraban a un pueblo peregrinando por caminos de tierra sinuosos, buscando la repartija del amor. En la otra mano, como un escarbadiente, sostenía un pincel. Después fueron con varixs a cenar a Los Bohemios y conversaron para siempre, tentados todo el tiempo, contentos sin haberlo previsto. Poco tiempo después Maruki fue a vivir a UV y las jornadas ya eran de lxs dos, casi todos los días. Enganchado a esta amistad que empezaba, compartieron un viaje a una feria en Chile y forjaron el relato de una aventura, de una casualidad, que es lo que necesita toda amistad para constituir un relato que se empalme con el arte y le ponga el moño. Se perdieron por las plazas de la ciudad, unos anfiteatros al revés, las numeraciones desorientantes de las calles y la luz de un buffet elegante de una estación de servicio. No hablaban con nadie, creían en ellos dos. Siempre se ayudaron y pidieron consejos, como una clínica permanente tácita. La amistad tiene un papel decisivo para el paso siguiente del arte de cada unx. La palabra del otrx puede ser performática, tornear una elección, integrar finalmente lo que se quiere de una muestra. Lxs dos celebran cómo mira el otrx, esa sensación común los llevó a pergeñar una muestra juntxs en UV, en 2018. Invitaron a Agustín Ceretti. Él hacía objetos sobredimensionados y ellxs miniaturas. Maruki unos libros del tamaño de un dedal que se leían con lupa, apoyados en una estantería del tamaño de una galletita Ópera. Guchi una narración a través de unas pinturas-zócalo, tridimensionales, mínimas y barrocas. Alguna vez Guchi desfiló en el Puticlú con unos atuendos que hizo Maruki. En la cuarentena Maruki invitó a Guchi a dar una clase en su taller online, también para acompañarse anímicamente. De ahí surgió después el taller a dúo. Cuando lo dan nada está tan previsto, están atentos a lo que quieren lxs estudiantes. A veces subrayan lo real, otras veces dan rienda suelta a lo más volado. A veces algunx dirige la clase según el entusiasmos del día. Nunca no les convenció lo que el otrx quería. Para Maruki, Guchi explica increíble los detalles de la técnica y los procedimientos. A Guchi le cuesta resumir lo que Maruki representa aunque sabe que puede ser a la vez precisa y libre, que no se cierra a nada y que se rige por una claridad total, aperturista. Al unísono dicen que son el revés del otrx, que se complementan. En los dibujos Maruki es el agua, el viento, lo corriente, el movimiento etéreo y Guchi es más denso, espacial, escénico, como inventor de teatritos. Una es el aire y el otro el piso de ese aire. Llegado este punto pueden verse el dibujo de la bacha y el del bote como materialización de esa dialéctica amistosa que consagran. En uno, Guchi imaginó un vaso caído chorreando y Maruki dispersó por la escena sus ribetes, sus manchas fantásticas, todo en celeste. En el otro, Maruki esbozó esos cabos sueltos donde Guchi vio agua y superpuso unos navegantes. Ahora que los veo juntos, más allá de estos dos, sus dibujos generan confusión, hermandad y conversación. ¿Quién sabe qué es de quién, si todo está estructurado por lo que esperamos que vea el otrx? El arte también puede ser la respuesta a lo que lxs demás esperan de nosotrxs, en una fidelidad verdadera, sin especulación. Maruki y Guchi visten a las hojas de dibujos no preparados y de marcos sin problemas. Imaginan hacer un libro que invente una lengua críptica y vistosa. Quieren seguir juntxs para interpretarse en lo que hacen. Maruki siempre se sorprende con Guchi y logra ver un sinfín en lo material de sus trabajos. Guchi sabe que hablan de lo mismo haciendo cosas distintas, que está de acuerdo con todo lo que hace Maruki porque son maneras que no se le ocurrirían jamás. Dibujan juntxs y eso se parece a convivir en un sueño terrenal que eligen. Disponen sus dibujos, que ahora juntos son las ventanas de un avión que nunca levanta vuelo porque no le hace falta. Parecen ventanas pero son espejos, el punto que encuentran para verse y celebrar un look, un punto del maquillaje o una anécdota graciosa contada al pasar.

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Durante estas semanas se puede ver en Taller La Ciudad la muestra de Maruki y Guchi Dibujos juntos.

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