Escribo con el ventilador prendido, su cabeza robótica gira una y otra vez empujando el aire estancado del cuarto con un movimiento fluído y circular. Lo compré en el 2020: vivía en un monoambiente que era imposible sin un aire acondicionado. Un día el aire se rompió, y mientras esperaba que la garantía oficial se haga cargo (no sucedió), me compré un ventilador de pie Liliana. Mi primer y único ventilador.
Ese mismo año descubrí un lugar llamado La Pradera. Uno de los pocos lugares de la ciudad donde se puede acceder libremente al río. El terreno está en la desembocadura del arroyo Ugarteche, que separa Punta Carrasco de Costa Salguero. Podría decirse que es en la esquina de Ugarteche y el Río de La Plata. La pradera es justo el comienzo de Punta carrasco, una esquina de tierra elevada, separada del río por una playa de piedras sucias: escombros que quedaron de demoliciones hechas por el gobierno de la ciudad. Una playa post-apocalíptica en la costa de Buenos Aires.
Desde esa esquina, que es también uno de los límites del barrio de Palermo, puede verse el lugar exacto donde el arroyo se junta con el río. De un lado el agua es verde, del otro marrón. “¿Y fue por este río de sueñera y de barro / que las proas vinieron a fundarme la patria?” Se pregunta Borges en su poema “Fundación mítica de Buenos Aires”. Invito a cualquiera que se sienta estancado a sentarse en esta porción de pasto y mirar el horizonte. Para pensar por fuera de sí, recordar que hay más espacio, más posibilidades, más allá.
“Buenos Aires le da la espalda al río”. Escuché mil veces esta frase. La gente camina las calles de esta ciudad sin tener noción de un río que corre más allá de los edificios, y esto provoca un efecto aún más potente cuando finalmente accedemos a la visión. Es importante de vez en cuando recordar los propios límites: lo que sucede cuando llegas al borde de la ciudad, con su fantasía de totalidad, y el horizonte te devuelve otra escala, te recuerda que el lugar donde vivís está emplazado en un entorno natural.
Frente a la pradera, en un pedazo de tierra que se desprende del continente sin llegar a ser una isla, hay un edificio cuya arquitectura le da un aura de sacralidad. Parece una catedral, pero es una central eléctrica. En él se produce el milagro industrial de la transubstanciación: convertir el agua en vapor y luego en electricidad. La Central Puerto S.A. es una de las empresas más contaminantes del país debido a sus emisiones de CO2 y ha sido investigada por conexiones clandestinas de desagües al río. Fue construída en 1920 y desde entonces pasó por muchos nombres y dueños, siendo privatizada en 1992 y adquiriendo su nombre actual.
1992. Año del atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires. Es también el año en que se conocieron Laurie Anderson y Lou Reed, una pareja sagrada del arte del SXX. Su aura se extendió por 21 años hasta la muerte de Reed en el 2013.
Los dos vivían en New York, frente al Río. Pero no vivían juntos, estaban a unas cuadras de distancia, cada uno en su departamento con vista al Río Hudson. Fue grabando el sonido de este río que Reed compuso lo que sería su último disco: Hudson River Meditations. En sus últimos años practicaba Tai Chi y grabó un disco para acompañar la práctica. Es un disco de ambient, más especificamente drone music: un sonido constante con mínimas variaciones. Lou dijo no saber como había llegado a ese sonido, ya que no hizo anotaciones del proceso, se dejó llevar, transformando una señal a través de diversos filtros. Esa señal inicial, el material primigenio, es el registro del viento sobre el río. Un movimiento circular, que parece ser siempre igual, pero si se presta atención, todo el tiempo sufre pequeñas alteraciones. Como un loop orgánico.
Un par de cuadras más abajo, Laurie Anderson observaba las alteraciones del mismo río. Un río que la fascina y que es el motor de muchas de sus historias. Mirando las aguas del Hudson fue que editaron el disco “Bright Red” junto a Brian Eno, tomando decisiones en base a los estados del río, usándolo de algún modo como co-productor. “Si va con el Rio queda en el corte final” decía Eno. Me gusta esa manera de encontrar sentido al arte en este plano. Que tenga alguna relación con el entorno natural. Mirar afuera a ver si el río aprueba o rechaza. Si baila con nuestra música o le es completamente indiferente.
Laurie dice que en el río Hudson el agua está llena de drogas y caballitos de mar. No sé qué es lo que abunda en el Río de La Plata pero siempre que fui a La Pradera hay gente pescando. Sacan dorados y los dejan resplandeciendo al sol, entre las piedras negras de la playa. Los pescadores no pueden descuidarse, porque entre los escombros viven las ratas. Está lleno. Las ratas son tan parte de la ciudad como nosotros, sólo que no le dan la espalda al río.
Para vivir en Buenos Aires y ver el río hace falta vivir en un edificio alto. Por ejemplo en Puerto Madero. Me pregunto si el fiscal Nisman tendría una buena vista del río en su departamento del complejo Le Parc y, de ser el caso, si habrá observado las condiciones del río en sus horas finales, si tomó alguna decisión importante usando las aguas como oráculo. Quizás fue el río quien “rechazó” su denuncia formal en el juicio por la causa AMIA.
Yo soy el mendigo del Dock Sud
Y conozco el fin del riachuelo
Resplandecerá el sol del planeta
Montañas de dorado y negro
Canta Moris en el videoclip de “El mendigo del Dock Sud”, filmado en el riachuelo, con las armazones de hierro de fondo. Tiene una guitarra criolla en la mano y una campera de cuero, y pienso que sin dudas él es nuestro Lou Reed. Son de la misma generación. Debajo de la campera usa una camisa blanca y eso lo hace parecer más un sindicalista que un rockero. Aunque supongo que está bien, porque está cantando sobre un mendigo que alguna vez fue obrero de la Shell. Luego de meditarlo un rato decido que sí, que el vestuario de Moris en el videoclip es perfecto, una mezcla de rockero, sindicalista y porque no, mozo viejo de café de buenos aires.
Chequeo en Wikipedia las entradas de Moris y Lou Reed: ¡Ambos nacieron en 1942! Además de la edad y la campera de cuero, los une el hecho de estar entre los mejores letristas del género. Moris es un tesoro nacional, y sigue vivo. Lou reed era un tesoro nacional y murió en el 2013, en su estudio frente al río Hudson en brazos de su mujer Laurie Anderson. El fiscal Nisman también pasó sus últimas horas en su departamento frente al río. ¿Habrá muerto en brazos de alguien?
Laurie Anderson nació en 1947 en Illinois. Un año antes, en Santa Fé, una famosa empresa de electrodomésticos nacía también. En 1946 Aaron Jackobson, su fundador, logró registrarla con éxito luego de tres intentos fallidos. A continuación, una recreación del posible diálogo que mantuvo Jacobson con la empleada del registro de la propiedad:
Jackobson: “Hola vengo a registrar una marca de electrodomésticos”
Empleada: “Buen día, ¿Cómo se llama?”
J: “Aaron Jackobson”
E: “Me refiero a la marca que quiere registrar”
J: “Ah. Se llama ULTRA”
E (chequea los registros) : “Lo siento, ULTRA está registrada”
J: “Pucha. Entonces TECNOHOGAR”
E: “A ver. Lo siento, también está registrada”
J: ¡Pero que bronca! Bueno, la tercera es la vencida: AURORA”
E (sin fijarse siquiera, sonriendo): “Registrada”.
Jackobson, contrariado, amaga a marcharse, pero sabe que es inútil: puede irse a pensar los mejores nombres y puede que todos estén registrados. De pronto tiene una corazonada.
J: “Usted me rebota todas las marcas, ¿cómo se llama?”
E: “Liliana”
J: Usted piensa que Liliana podría funcionar como nombre de electrodomésticos?
E (Liliana): Si no está registrada, puede andar.
En mi cuarto suena drone music. Mi ventilador sigue andando en la velocidad mínima, la cabeza robótica girando en todas direcciones. Hay algo en su flujo constante que me ayuda a concetrarme. Busco de su parte alguna aprobación para cerrar el texto, pero creo que le es completamente indiferente.