El jueves salí a caminar por la costanera de Rosario, hacía tiempo que no me detenía a observar los silos, o mejor dicho, la “fachada” del macro. El macro es un Museo de la ciudad, que funciona como la sede de arte contemporáneo del Museo Castagnino. Mientras que el macro es el espacio que se encarga del “arte contemporáneo”, la sede Castagnino alberga la
colección histórico-moderna. Si bien, en los papeles son un mismo museo con dos sedes, muchos opinan que no, que son dos museos por separado. Aún no se termina de definir o confirmar qué tan independientes son uno del otro y a que periodo “se dedican”. En el Castagnino podemos recorrer muestras de artistas contemporáneos, y en el macro últimamente podemos señalar ciertas actividades de tono conservadoras que nos llevan a
siglos pasados. Es justo remarcar que ambos museos o ambas sedes son de gestión municipal, “públicos” y gratuitos. Resulta interesante seguir ahondando en estas cuestiones, pero creo que como todo lo que respecta a lo estatal, no tiene sentido.
Volviendo a la fachada, hace unos meses atrás, se desató un hermoso debate, o quilombo, en torno a la pintura de este punto cultural de la ciudad. Desde 2004, con la apertura del macro, la pintura de los silos se elige mediante un concurso abierto a quienes quieran participar y el proyecto ganador es seleccionado, democráticamente, por un jurado
capacitado y a la altura de semejante evento. Las reglas son claras: se deberá incluir en la propuesta el pintado exterior de los ocho silos, colores planos (solo de la cartilla de Tersuave), resultante abstracta (preferentemente geométrica, puntos y líneas anchas), entre otras. En 2023, se llevó a cabo la cuarta edición del concurso, mediante el mismo sistema de siempre se eligió un proyecto que resultó bastante novedoso. El equipo de artistas puso en tensión el acto de pintar y propuso chorrear pintura rosa desde la cima de los silos con un artefacto ideado por ellos. Si bien, no respondía a casi ninguna de las reglas, su carácter azaroso, le otorgó el primer premio. Les artistas recibieron un premio y les ciudadanes una nueva pintura para las fotos en el parque.
La necesidad de concretar el diseño, dio cuenta de algunas falencias del proyecto, principalmente, la no atención de que a determinada altura sobre el nivel del río, siempre hay viento. Estas cuestiones demoraron el Gran Día, ya que no solo hubo que modificar los elementos previstos para la chorreada, sino que también, fue necesario esperar a que llegue
el día en que, según los meteorólogos especializados, “no iba a haber viento”. Después de siete meses, se anunció que el domingo 28 de julio de 2024, se iba a comenzar con la pintada exterior del macro. Como últimamente a los encargados municipales del área de cultura les interesa más lo espectacular, se organizó un evento que incluyó pochoclos rosas,
serigrafía con el diseño ganador y obvio, merchandising disponible en la tienda del museo. El clima no resultó como estaba pronosticado, el inicio de la pintada se demoró y debió ser interrumpido luego de que se terminara de chorrear el primer silo. Sin entender qué pasaba, alrededor de las 16 horas dimos por hecho que el evento había finalizado, ya que les artistas desaparecieron por la puerta lateral y no dejaron nada que haga suponer que iban a regresar.
Al día siguiente, la continuación de la pintada contó con la transmisión en vivo y directo a cargo de un importantísimo medio de la ciudad. El resultado fue más inesperado que el del día anterior, una ráfaga de viento sorprendió durante la chorreada de pintura logrando que esta vuele y caiga sobre autos que circulaban en la avenida, sobre un árbol que quedó
completamente rosa (hecho que despertó a les amigues de la naturaleza, en menos de un día los reclamos por el cuidado del medio ambiente se multiplicaron de tal manera que creo que, si nos comprometieramos así siempre, no habría lugar para hablar de problemas climáticos), sobre transeúntes que se dedican al running matutino, etcétera. El semejante
evento habilitó un debate que incluyó a diversos miembros de la ciudad.
El carácter impredecible del proyecto terminó siendo un gran incordio que derivó en la anulación del concurso “democrático”, en diferentes problemas legales y mediáticos que las autoridades de cultura decidieron evitar o “tapar” con la invitación de un muralista nacional de renombre, quien cobra importantísimas sumas por su arte. Si bien, nadie aclaró quién
pagó a este artista (ya que resulta imposible que el monto salga del presupuesto del museo y que el artista lo haya hecho gratis), calculamos que fueron los amigos de empresas privadas que siempre se aprovechan de las instituciones que están a punto de caer al vacío.
Gracias a ellos, hoy podemos ver una pintura figurativa (típico de periodo políticos conservadores) donde se exacerba el dominio de la técnica del claroscuro. La Obra representa a una mujer (hegemónica), sosteniendo la Bandera Nacional, con gestos de tranquilidad (ojos cerrados y una expresión cercana al orgasmo), con una paleta cromática de tonos azules (el opuesto al rosa, según los mandatos arcaicos de género) que emerge de
los árboles o del río, y según usuarios que comentan en redes sociales, la “magnífica” pintura nos habla de la libertad, de nuestro pueblo que resurge de la oscuridad, entre otros. Desconozco cuál fue el interés del artista, de los representantes del museo o de los dueños de las empresas que costearon el gasto. Pero, sí noto que solo se pinto el lado que da al “centro de la ciudad”, hecho que según el reglamento es inaceptable. Evidentemente para quienes nos gobiernan a nivel municipal la cara de la ciudad es una, ya no es importante pintar la fachada de un significativo punto cultural de manera tal que pueda apreciarse de todos sus lados. Pienso que es el reflejo de una gestión que no se preocupa y mucho menos ocupa de esos sectores que son víctima de sus acciones.
Tal vez es solo una pintura, una obra de arte, pero creo que el arte nunca es solo eso. Como dice Aira el arte sigue siendo el mejor campo de práctica y experimentación de la vieja inteligencia, la que se imponía el objetivo de saber cómo funcionaban las cosas, y cómo funcionaba el mundo. Y en este caso, ser cómplice de un sistema que nos oprime. El acontecimiento deja entrever como en momentos políticos complejos, caracterizados por la
supresión del otro, donde el concepto y la práctica de la democracia entra en un peligro que presagia su suspensión, algunos artistas operan como agente a favor de estas políticas, y así, sus obras dejan entrever cómo funciona, una expresión vacía, que solo muestra lo que “queremos ver”, para no entrar en conflicto, para no hacerce cargo, para dar una respuesta
que no implique otra pregunta. Me genera mucha tristeza que un museo con una colección tan importante, con grupos de trabajos increíbles, con eventos que dieron cuenta de su contemporaneidad (en tanto ser con el presente), decaiga en tal manipulación y silencio. Espero que el macro vuelva a ser un museo que mira más allá del barrio más poderoso de la
ciudad.