PARA UNA TESIS DEL METAVERSO — Sofía Vera

Victorica
7 min readNov 1, 2024

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pintura de Magritte, de la serie de 1948

Un día caminaba por Parque Patricios, cuando me encontré tirado en el piso un pin que decía “Come eat my ass in the metaverse” que supuse “Vení y comeme el culo en el metaverso”, lo que significaría una provocación aumentada, expandida y fuera de la vista de los simples mortales. Arriesgado como el pin del verano que dice “Probaste besos con piercing?” y de la misma familia picarona, atrevida, políticamente incorrecta y desvergonzada de las remeras marplatenses de solteros, borrachos y tetas de las tiendas de regalos.

La escena que mi nuevo pin planteaba era una escena prohibida pero resguardada por el anonimato interplanetario, supraplanetario! Las personas no podían juzgar la contravención, ni siquiera los marcianos. “Come eat my ass in the metaverse” me hablaba de estar completamente a salvo, por lo menos en lo que respecta a las legalidades civiles de las geografías que habitamos. Claramente decía que si no podías más acá, lo podías hacer más allá. El pin se me cruzó como un oráculo, en un momento de inquietud y pensamiento, cuando rondaban en mi cabeza preocupaciones sobre el arte y practicar el arte. Preguntas como: ¿Cuál es el mejor arte para mí? ¿Qué es lo que me “engancha”? ¿De qué arte vine, en cuál arte estoy y a qué arte iré? ¿La vida que vivo es arte todo el tiempo, medio tiempo, tiempo parcial, no es arte, es arte si pienso en la palabra “arte” cuando veo, cuando escucho, hablo o fabrico cosas? ¿Cuánto del arte universal hay en las artes particulares? ¿Cuál es el límite del artista contemporáneo? ¿Qué pasa con los mandatos y las líneas de vida? ¿Hay vida más allá de la vida? ¿Dios? ¿Hay arte más allá del arte? ¿Dios?

Una vez que tuve el pin en mi poder, pensé todavía más en el Metaverso y seguí con las preguntas los meses siguientes hasta convertirlo en el tema de mi tesis universitaria: ¿Qué pasa con la vida y el arte después del MEME? ¿El meme no es el meta más meta de la vida humana que puede existir? ¿Cómo vivimos en serio después del “meta”? Y así seguía insoportable, pensando con las venas de la frente hinchadas: ¿Será que le damos la vuelta, aumentamos el foco, activamos la conciencia sobre lo que sea, nos encendemos con una reflexión e interrumpimos el inconsciente colectivo con destellos META en el cotidiano? ¿Las artes son entonces un destello META? ¿Y la foto? ¿Y la foto de la foto?

Como todas estas preguntas aún no las puedo responder, lo que voy a responder es QUÉ ES EL METAVERSO, respuesta que tengo bastante elaborada y ahora me sirve como carta de presentación absoluta.

Digamos que yo habito el Metaverso, o mejor dicho cuando percibo el arte en mi vida es porque estoy habitando el Metaverso, y en este espacio-tiempo puedo entrar cuando quiera, en el lugar que quiera, con personas que estén dispuestas a la realidad paralela (personas chistosas fundamentalmente), las veces que quiera y en cuestión de milésimas de segundos. No vale la pena retomar a nuestro ídolo popular Duchamp, el señor que llevó a la literalidad el cambio de paradigma en el arte y lograr que la historia pase de las vanguardias a la amplitud sin horizonte del “arte contemporáneo”…y si vale la pena lo haré en el capítulo uno.

A modo de ancla en este mar inmenso de expresiones, robo un concepto y lo cambio de plano. Porque existen muchas formas de crear, pero hay algunas que son muy del META, específicas del META, EVIDENTES DEL META. El Metaverso es el espacio intangible con coordenadas absurdas que me sostiene y habilita a convertir en arte cualquier cosa, escena o concepto que desee. Hace mucho que me dedico a esto, seleccionando los focos de la realidad que se autoproclaman arte (sí, yo los elijo pero hay una sensación de revelación cuasi animista que me convence de esa pasividad) y elaborando el contexto adecuado para sus materializaciones. Pocas veces se materializan en grandes lienzos al óleo o un dibujo virtuoso porque el Metaverso sabe que la riqueza y el orgullo no está en los valores preestablecidos. Así terminé haciendo una revista de frutas con nombres…no sé si se entiende el “cuadro” (aquí leer “cuadro” como patológico y como obra de arte).

Si bien la palabra “Metaverso” ya existía y fue creada en 1992 por Neal Stephenson, escritor de ciencia ficción que inventó un universo basado en nuestro propio universo, un mundo virtual colectivo con ceros y unos, un cliché futurista que veinte años después se convirtió en plataformas corrientes como Facebook y que vuelve en el abreviado y simpático “Meta” de Mark Zuckerberg luego de treinta años; no es en términos virtuales como deseo aplicarla en esta “miniteoría”. Zuckerberg habla de un paso más en la relación del humano con las tecnologías, con la realidad virtual, un siguiente nivel en las plataformas y medios, más inmersivo: EVEN MORE IMMERSIVE, así dice en un video. No me siento con las competencias intelectuales necesarias para hablar de los mundos virtuales y por momentos veo que estoy llegando tarde a la movida; manteniendo mi cuenta de Hotmail estoy más cerca de la fila del banco que del turno online. A pesar de eso, intuyo (usando la inteligencia que tengo a mano) que tenemos cosas en común, por algo se llama R.A realidad aumentada, esta interacción multisensorial con objetos, edificios y personas. No es tan distinto, la única diferencia es que en el Metaverso que inventé, no hay una plataforma en el medio, únicamente la conciencia del momento. Agarrarme de referentes y reconocer rasgos creativos en otros artistas me convenció un poco más.

Hay una serie de artistas que llamé Los Picantones y describo en el capítulo dos, habitantes del Metaverso que supieron crear con materiales de esta vida e imaginando otra paralela. Un Picantón fue René Magritte que una vez se puso en modo “meta” y preparó lo que Aira llamó la “maquinación de una broma” cuando presentó 39 cuadros en una exhibición delirante para los burgueses parisinos de 1948, con sarcasmo y mucho humor. La conciencia de la obra, el público y el circuito de exhibición lo llevó a mezclar una serie de imágenes y símbolos random, escapando de cualquier parámetro de valor artístico de la época. Esta unión de lo no-hecho y la libertad con la que operó el artista sucedió gracias a las propias reglas, ahora de todos, las del metaverso. Otra Picantona es Liliana Porter que también se fue a viajar a las posibilidades del mundo del arte y fabricó un mundo paralelo, y no estoy hablando del universo de las estatuillas o muñecos en relación con espacios abismales. Hablo de algo que no puedo hablar por confidencialidad picantona. Liliana engañó a todo el mundo con una creación nueva, pero no puedo contarlo. Sin tirar pistas, me animo a decir que el artificio ya había sido usado pero los hechos demuestran que sigue escapando a las normalidades universales porque nadie la descubrió. Mejor hablamos de Greco (que él sí que era un escándalo público) y su manía por decir “esto es esto”, “es perfecto que esto sea esto” y “es arte vivo”, mientras señalaba las cosas o redondeaba las cosas o una vieja que pasaba por la calle. A Cortázar no lo puse pero qué en el Metaverso que estaba ese hombre…escribió las instrucciones para subir una escalera.

De tan meta que me puse, entré en la conciencia de la emoción, cuando pensaba en ese enganche particular que se siente al ver una obra que nos gusta mucho o al crear una pieza por horas y horas. Llegué al sentido de la vida en esa emoción y todo lo demás me pareció decorado. Al borde del suicidio emocional me refugie en una colección de pedazos de suelas de zapatillas. Por eso y para terminar expongo lo que será el capítulo tres de la tesis. HE AQUÍ LA UNIDAD MINIMA DE OBRA DE ARTE, inmaterial y sensible, bruta y anticapitalista, inservible y básica; existente únicamente si: EXISTE EL METAVERSO. Porque la obra es la emoción de encontrar cachos de suelas en la calla. Si, las junto. Pero la obra no es el pedazo, no es la materia ni el archivo que se exhibirá en una pared o en varias carpetas. Tengo algunas fotos que a modo de ilustración enciclopédica de la obra de arte pueden servir. Pero hay que recordar que el registro no es la obra y en este caso menos que menos. No hay nada detrás de esto, solo conciencia pura de la emoción del encuentro, sólo hay slogan. Y en este caso son suelas de zapatillas que todos tenemos bajo nuestros pies todo el tiempo, pero podría haber sido cualquier punto seleccionado al azar y reconocible una y otra vez. Hay historias alrededor de los encuentros, muchísimas, pero solo son la forma que tengo de traspasar arte del metaverso a la realidad, con palabras de este mundo; así nomás, pizarnikeando.

Pasará el capítulo tres y me aproximaré a la conclusión que será algo así como la pregunta-respuesta del huevo y la gallina, existe el metaverso porque existe la obra de arte de la colección de pedazos de suelas, y esta puede porque el otro es de verdad, si fuera mentira no existiría, y sabemos que es realidad (meta) porque una artista creo la obra de la emoción de encontrar y lo hizo gracias a vivir en el metaverso…y así.

¿Tiene sentido? ¿Me aprobarán?

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