POR UNA ESTÉTICA BUTES — Blanca Velasco

Victorica
5 min readMar 8, 2023
Fresco de la tumba de El Nadador

Toda clase de juegos le están permitidos: remontarse en el fluir de las horas, agotar las posibilidades de combinación del presente, el pasado y el futuro,modificar el pasado, girar en la rueda inacabable del tiempo cíclico, bifurcarlo, subdividirlo hasta el infinito, detenerlo [y] negarlo.
-Ana María Barrenechea sobre Las Ruinas Circulares, de Borges-

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Una serie de siete fotografías enmarcan el relato. No es una película, es un testimonio. Dan fe de que en 1968 el arqueólogo Mario Napoli desenterró la Tumba del Nadador en Paestum, Italia. Es un tipo de imagen testimonial, que queda relegada al tiempo del archivo, describe y enmarca la re-aparición de una obra.

En la que yo he enumerado como la fotografía número uno, se ve a un hombre vestido con traje negro, apoya sus manos en las rodillas mientras inclina el cuerpo y mira al interior de la tumba. Está asomado al agujero. Dentro de la tumba hay cuatro hombres con ropas de trabajo, y un policía. Es un pequeño equipo de investigación, algo de andar por casa.

Hay siete fotos más que considero que vienen a continuación de esta primera, no sé en qué orden, pero voy a tratar de intuirlo por las acciones. Uno de ellos sujeta una pala de excavación, el resto levanta una losa de piedra muy pesada. En otra, los trabajadores sacan las vasijas que acompañaban como amuleto al muerto, y limpian el esqueleto con un peine muy tosco. No hay un procedimiento clínico de excavación, tampoco protocolos a la vista. Hoy en día esto sería imposible. No hay plásticos, las manos tocan sin guantes; todo es directo. La puesta en escena parece imposible: trajes de chaqueta y personajes estereotipados. Pienso que ésto tiene algo que ver con el cine. El hombre del traje negro es Mario Napoli, él dirige a la tropa, y es el arqueólogo.

Hay alguien más en esta escena, es la persona que está sacando las fotos, David Lees. No sé si a propósito o no, escogió un formato rectangular para todas las fotografías que coincide con el rectángulo del foso y sus lápidas. La fotografía de David Lees también es directa, sin distancias sanitarias se asoma al agujero como se asoma Mario Napoli.

La losa superior de la tumba, la que cubre la mirada del muerto, tiene un fresco que describe un cuerpo lanzándose al mar, data del 700 al 400 ac, aproximadamente. Esta imagen hizo famosa a la tumba, hasta el punto de llamarla Tumba del nadador, aunque hay otros frescos en el resto de paredes. El misterio total de la imagen del nadador es que se encuentra frente a unos ojos cerrados. La emoción surge al poder contemplar lo que esos ojos no ven. Es una imagen que se saca de la tierra y que nos coloca en el momento del salto.

Aby Warburg habla del archivo como algo fantasmal que sirve para escuchar las voces acalladas. Al fondo de esa tumba hay voces. Podrían ser las sirenas atravesando distintos tiempos, pero en ese mismo lugar. Existen muchas interpretaciones sobre el salto del nadador. Pascal Quignard lo utiliza como excusa para hablar sobre Butes, un héroe secreto, y el único personaje de Los Argonautas que se lanza al agua hacia el canto de la sirenas. Pascal utiliza el anonimato del cuerpo dibujado en el fresco, un cuerpo sin nombre que adquiere un nombre gracias a su acción congelada. Es El Nadador. Anónimo por el paso del tiempo y susceptible de tomar cualquier otro cuerpo que se asimile a su gesto.

En este punto, me he dado cuenta de que lo que realmente me interesan son esas siete fotografías, más que el fresco del nadador. Hay una belleza tan artificiosa en la puesta en escena que las hermana con el cine, ese es el misterio del mise en abyme.

Butes es un héroe secreto. Casi no hay información sobre él, y apenas aparece brevemente en el cuento de Los Argonautas. Sin embargo, fue el único que se lanzó al mar. Parecía que las únicas opciones para los pasajeros de la nave eran dos, o bien salvarse mediante técnicas para evadir el canto de las sirenas; o bien morir tras escucharlas. Nadie menciona nada sobre la posibilidad de sentir un deseo de ir hacia el canto (hacia el peligro/lo prohibido). Diríamos que ir a la inversa que el resto, abrir una nueva posibilidad. Una grieta. Esa grieta funciona como un glitch en la historia, un gesto errático que en el futuro se lee de otra manera, como un deseo cumplido. Filmar el pasado podría significar eso, abrir una brecha para generar un simulacro de posibilidad.

El fresco del nadador contiene un gesto mundano que pone en evidencia otro gesto que quedó enterrado, el de Butes. Estamos ante el desentierro del cuerpo de Butes. La arqueología contiene un misterio que nos permite el hueco para inventar. La tumba del nadador es la tumba de Butes. Es eso lo que me seduce de las siete fotografías, ese hueco rellenable, el artificio, el rastro cinematográfico, la película posible. Es posible que si yo hubiera filmado ese hallazgo hubiese tomado las mismas decisiones: acercarme más a las caras y a las manos, y no tanto al interior de la tumba. Tratar de encontrar en los márgenes lo genuino de la obra.

Pienso en cómo filmar el pasado y de pronto me acuerdo de aquella escena de la película La cueva de los sueños olvidados de Herzog, quien colocaba la cámara frente a la mano pintada en la caverna, mientras su voz en off se detenía en el dedo meñique, se detenía en lo más pequeño, y en lo más distinto, porque es el único dedo de la mano que está curvo. Esa curvatura la toma como un retrato, no la totalidad de la mano. Herzog podría haber reparado en fechas, técnicas, pigmentos o minerales. Pero decide mirar a la imperfección del gesto.

Existe una estética Butes.

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