SENTIME — Juana Cravero

Victorica
4 min readMar 26, 2025

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Durante la secundaria decidimos armar un equipo de fútbol con mis amigas del colegio. Jugábamos todos los sábados en un torneo de fútbol 5 en Pilar contra otros equipos de chicas. Cuando arrancamos el torneo estábamos en la D; jugamos muchos campeonatos y llegamos a la A, ahí nos quedamos. Nunca descendimos. Nuestro equipo era bueno, teníamos buenas jugadoras. Todas esperábamos con ansias el sábado y cuando se cancelaba alguna fecha era lo peor que nos podía pasar. Nos arruinaba el fin de semana. Yo, particularmente, no era buena pero amaba mi equipo de fútbol. Me conformaba con hacer un buen pase y que Paloma me lo aprobara con sus gritos de aliento.

Cuando llegamos a la A éramos un equipo sólido y armado, cada una tenía su posición en la cancha. Mora Bertoncini era como nuestro Diego, obviamente la rompía y tenía el número 10. Sabía gambetear, hacer jueguitos en la cancha y pegarle al arco con determinación y potencia. Era la mejor de las nuestras pero su compromiso era flojo, no venía a todos los partidos porque también jugaba al hockey (deporte que siempre odié) y le gustaba más. Paloma Nistal tenía el número 9, ella era la que más huevo le ponía. Puteaba, protestaba, le hablaba a los árbitros todo el partido, su frase célebre era: “me están cagando a patadas juez no hay tarjeta?” Era picante y a mi me encantaba eso. Su presencia era fundamental. Además era mi super amiga, siempre la pasaba a buscar antes de ir a jugar. Por la banda derecha jugaba Catalina Frost: prolija, veloz y delicada, sus movimientos eran limpios y atinados. La elegancia de su espíritu complementaba con el espíritu quilombero que aportaba Paloma y eso era una gran combinación. Victoria Racciatti por la banda izquierda. Una chica muy deportista que tenía resistencia para correr todo el partido, subía y bajaba sin problema ayudando a ordenar el equipo dentro de la cancha. En el medio jugaba Mia Leeson que también era jugadora de hockey, sus piernas eran fuertes y musculosas. Ella ayudaba a despejar el juego pegándole a la pelota con fuerza para arriba, tiraba buenos pelotazos que nos sacaban de situaciones problemáticas, el único problema era que a veces se le iba la mano y la pelota terminaba en la cancha de al lado. A Mia le decíamos Cabe, Cabecita o Cabeza porque era cabezona. Gracias a su apodo le tomó el gusto a cabecear y era algo que hacía cada vez que la pelota volaba por el aire.

En la defensa estaba Catalina Sánchez, o mejor dicho, La Troncha. Su apodo era clave para meter miedo. Le decíamos así porque era alta y grandota, le bastaba con poner el cuerpo para robarle la pelota a cualquiera. El número 6 lo tenía Josefina Bran, es zurda entonces jugaba por la izquierda, su fuerza era bruta y sus pases un poco inciertos, eso aportaba confusión. Nuestra arquera era Mijal, siempre pensé que era un gran nombre para una arquera. Era alta, silenciosa y estratégica. Yo también jugaba abajo, y no tenía preferencia por ningún lateral. Me decían el fideo, porque era flaca, larga y también torpe. A mi me encantaba ese apodo porque es el mismo que el de Angelito Di Maria. La realidad es que yo no jugaba muy bien pero me encantaba ir a jugar; a todas nos encantaba. Nuestra semana entera dependía de los partidos del sábado.
Lo mejor era tener un equipo de fútbol y sentirlo duradero. Cada una de nosotras estaba totalmente comprometida y eso nos hacía ser mejores. Se notaba la diferencia o al menos eso pensaba yo.

Me acuerdo un partido que Mora tenía la pelota y no sabia a donde pasarla. Yo estaba sin marca, justo atrás de ella, entonces para que me la pase le grité “¡Mora! ¡Sentime! ¡Sentime!”, al toque hizo un taco para atrás dándome un pase perfecto. Mora se reía a carcajadas por la frase que yo había usado para que me hiciera el pase. Yo con la pelota en mis pies levanté la mirada y vi a Paloma del otro lado de la cancha. Haciendo gestos con la mano gritó: “¡Fideo, Sentime!”, entre carcajadas logré hacerle un pase largo por arriba que fue ideal para que, sin que la pelota pique en el piso, ella pueda romper el arco. Desde ese día la frase Sentime quedó para siempre y la empezamos a usar todas. Yo no sabía muy bien de dónde la había sacado pero seguramente se la escuché a mi viejo cuando jugábamos a la pelota. También a él le robé unos shorts de fútbol con los que jugaba todos los sábados, eran azules y tenían el símbolo de un globo aerostático bordado en la pierna derecha. Ese detalle me parecía hermoso e inusual, por eso los había elegido.

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