SOBRE ALEGRÍA DE VIVIR — Facundo René Torres

Victorica
3 min readApr 6, 2023

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Tomando un comentario que con tono reflexivo y mirada lúdica hiciera durante mi visita a su taller uno de los artistas que participan de “Alegría de vivir”, intento dar cuenta en este escrito de tres momentos diferentes que confluyen hermanados en esta exposición.

Sucede que el presente de cada persona resulta siempre tan o más determinante que el pasado acumulado. “Habiendo sido alguien y ahora”, anota Alejandro Rubio en su Diario. Es por esto que me parece bien pensar esta muestra como el punto cúlmine de una afinidad cimentada a través de los años. Se trata de una afinidad que está en la vida y también está en las obras y las obras son lo que este presente nos deja ver. Hay algo hondo en Pedraza, algo ligero en Ullua, algo trastocado en Contrafatti. Sin embargo, el conjunto sugiere ternura. Es la ternura de la alegría quebrada, de la alegría anodina, de la alegría perdida, ida.

Máximo, Mariano, Guido: naturalmente, tres maneras distintas de aproximarse a los afectos y a los efectos que sus obras indican y producen. Digamos que las melancolías que se adivinan en los dibujos de Pedraza y Ullua corresponden a órdenes diversos porque si bien los motivos del bar y del barrio son lindantes, señalan –aun de manera porosa- un adentro y un afuera. Por tanto, los primeros aluden a recuerdos que no vemos pero están, porque la mesa es el lugar al que hay que llegar para sentarse a beber y a pensar, es el elemento rústico y fundamental de esta serie de dibujos parcos; sin soslayar la impresión de postal desolada que nos dan y que podría propiciar una contemplación perpetua. Mientras tanto en Ullua el barrio aparece y se confunde, se nubla, se borronea, es reemplazado y vuelve a emerger. Digo barrio y no digo ciudad porque se intuye una debilidad por esos tópicos de siempre, infinitos, vivos, directos y bastante indestructibles que posibilitan al artista el juego de intensidad libre con el pincel sobre la línea, así como también le permiten modelar con ahínco sus figuras en alambre de hierro dulce. En el caso de Contrafatti, sus pinturas con aerógrafo abordan la esperanza y el sopor, la ilusión y el exceso, la risa y la salvación que aparecen después del final. Sólo que como el final ya aconteció, todo ese bienestar inducido nada más está -por fortuna- en las mentes de unos seres que flotan acicateados por el amanecer artificial.

Ahora bien, si hubiera que ensayar una síntesis tomando todo lo que se ve como un órgano complejo, diría: ahí donde la alegría parece estar a años luz de ser siquiera entrevista, donde la distancia aparentemente cósmica que nos separa de ella genera un efecto de soledad descomunal; entonces adviene lo que está más cerca y andábamos desdeñando, y como boyas que son certezas deseables, esos objetos y sustancias nos devuelven el sentido que nosotros primero les habíamos dado, su vocación de acompañar.

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Este texto acompaña la exhibición “Alegría de vivir” de Máximo Pedraza, Mariano Ullua y Guido Contrafatti, que puede visitarse de martes a viernes de 14 a 19 en galería Mite, avenida Córdoba 380, Buenos Aires.

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