SOBRE UN LIBRO DE MARINA ALESSIO — Juan Laxagueborde

Victorica
4 min readJun 13, 2024

--

El año pasado salió Magia Negra, de Marina Alessio. Esta semana lo releí y sigo estando de acuerdo con algunos subrayados que hice. Ahora me gustaría transcribir unos versos que marqué en orden de aparición, como para dar una idea:

- “Él siempre me decía que éramos como el yin y el yin”
- “Un verso de Cecilia se aparece en mi cabeza y se repite: / Conocerte es lo único que me faltaba para completar mi educación”.
- “Mirando a dos ratas que corrían en círculos entre mis pies”
- “Apoyó la cerveza / sobre la cama / y se cayó / negra / sobre el acolchado/ blanco”
- “Nadie entiende el miedo de una fobia irracional”
- “y a mi no me pasa nada”
- “Mi padre nunca me insultaba”
- “haría todo lo que me dicte tu fantasma”
- “Habrá sido Pizarnik diciendo boludeces sobre las alcantarillas”

Esta elección azarosa y preferida dice mucho del libro, de las líneas hacia un lugar inubicable al que nos mandan al unísono. Cierta relación de la vida cotidiana con la locura individual; para no decir la locura colectiva.

Me doy cuenta de que tengo que poner la lectura del libro al lado de otra cosa, levantar la vista para terminar de relativizarlo y darme cuenta cuánto de lo que me pasó sigue. El título me tapó el razonamiento también y eso no es ni bueno ni malo. Creo que en ningún verso dice magia negra. Magia negra, magia negra, magia negra… ¿Qué nos dice magia negra? ¿Es una forma de decir? ¿De decir qué? Capaz que nos aclara, porque nos advierte sobre lo difícil de las cosas, sobre su secreto interior quebrado. Todo esto puede dejar de pasar, parecen decirnos los poemas cantando a coro, si las cosas (las palabras y los sentimientos son cosas también) se topan con algún tipo de milagro o pasamanos maravillante.

El libro trata sobre qué significa estar solo y qué significa estar acompañado. ¿Qué hacemos con las personas que queremos? Nos preguntamos todo el tiempo si las queremos y solemos respondernos que sí. Pero todo eso lo hacemos en el subsegundo inconciente del aburrimiento mental o de la muerte de la mente en manos de la alienación. Si en el libro hay ratas, tienen apariciones neutrales. No significan ni terror ni siniestrismo. Porque el libro es un tratado neutral o paradójico sobre los afectos y sus diferentes facetas, consecuencias y devenires. No quiere decirnos que todo es negro, sino que la magia es negra. Lo oscuro no es el problema, lo oscuro son las soluciones a los problemas. ¿Pero qué es un problema para Marina? La locura ramificada en escenas: recordar a una amiga extraordinaria de su adolescencia, pelearse con un novio por un partido de fútbol (inolvidable ese poema, parece una obra de teatro hiperrealista y lorqueana del siglo XXI), imaginar la mejor muerte por amor, cruzar un río con un miedo bárbaro al bote, alistar los amores como si fueran superhéroes o delincuentes y hasta sintetizar en dos estrofas una imagen inalcanzable de la locura. Es el último poema y me parece el mejor del libro. Se llama, justamente, “La Locura”:

Alguien dijo algo alguna vez
sobre un espejo que se rompe
y una vida entera intentando
volver a unir
sin éxito
los pedazos.

Es tan grande el horror
y tan grande la belleza
en este diminuto
fragmento
de mundo
que es imposible contener
en los pulmones
su visión.

Todo es grande para Marina, lo que pasa es que está puesto sobre un diminuto fragmento de mundo. Fernanda Laguna acuñó una frase fundamental: “Vanguardia: aléjate del la locura”. ¿Pero la vanguardia no era hacer lo que no existe? Acá se postula un hacer para dejar de hacer, para salir de una maravilla oscura. La vanguardia, la pulsión, nunca no está encarnada, no es una entelequia ni una nube ni un pan. Si está en un objeto, antes estuvo en una persona. Marina escribe como con la vanguardia adentro, eso no significa que escriba vanguardia. Significa que escribe para desprenderse de un proceso de perturbación y miedo que generalmente está asociado al amor. Pero el amor está asociado al subibaja del ánimo, que está asociado a la poesía y la poesía está asociada al arte sin más, que vuelve a su punto mundano. Entonces nos damos cuenta que los poemas pueden ser el proyecto para un amor hermano de la locura, del miedo y del cielo, que le pegue la vuelta a estas imágenes absolutas, románticas y permanentes en la lírica. La poesía argentina viene perdiendo por suerte un tipo de lírica hace cuarenta años, pero a la vez fue ganando otro tipo de lírica, una más errabunda y patética, bellísima y ordinaria, dubitativa y precoz. Así, esta poesía está buscando el otro lado del arte, el lugar donde está el objeto del arte. Este libro va para ese lado.

--

--