UN DIÁLOGO Y MEDIO — Magui Testoni

Victorica
5 min readMay 10, 2024

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Pasan y pasan círculos y cuadrados, uno detrás de otro. No hay sombras, pero una curvatura deja ver un destello tornasol húmedo, a veces con tonos más verdes, otras veces con tonos más marrones. Parecen pintados sobre una red. Una piel escamosa que se enrolla, se estira y en algún momento termina haciéndose finita hacia el infinito.

La serpiente se arrastra porque lleva a cuestas una gran duda.

El camino es claro y va cambiando todo el tiempo, ella va por lo bajo entre la tierra, las piedras, la hierba. A veces, tal vez pocas, porque cuesta mucho esfuerzo, se enrosca en un tronco para cambiar de perspectiva. Mirar desde otro lugar la ayuda a descansar. La duda descansa también.

Sube y pasa por una rama, después otra, después dos más y logra recostarse en tres ramas que crecen juntas, imaginando un nido. Desde cinco ramas más arriba la observa un gato. La serpiente, curiosa, se presenta.

-Hola, tengo una duda ¿vos qué hacés?
-Estoy haciendo lo que puedo hacer — le contesta el gato y se retuerce estirando su lengua para chuparse la cola.
-Ahhh qué bien, me imagino que se siente bien hacer eso.
-Vos seguro podés hacer otras cosas. Cada uno tiene que hacer lo que puede hacer.
-Yo puedo ocupar un lugar. Traigo algunos dibujos y dejo otros por el camino.
-¡No me digas!
-Bueno, te muestro — la serpiente se estira para dejar ver sus formas y con la cola señala sus huellas en el piso.
-¡No me muestres! — El gato se molesta y trepa ocho ramas más arriba. — Seguro es lo mismo de siempre. Dejame que lo vea yo solito. A ver…

Con la cara seria y los ojos finos, el gato se ríe por dentro.

-Si uno piensa que todes somos diferentes, hacer lo que uno puede hacer es una simple pero eficaz marca de diferencia. Nada más allá, sino mucho más de acá. Es una cosa muy graciosa pensar que siempre hay algo más.
-¿Y qué más podría haber?
-No mucho más, solo algo más, como ese ano tan hermoso que te apareció bajo un cuadrado.
-¡Qué cosa más dulce y extraña! ¿Qué querrá decir?
-¡No lo digas!
-¿El arte puede ser objeto de placer?
-Shh.. vení, subí y recostate acá.

Y mientras el gato le chupaba el ano a la serpiente, vieron el sol caer en el atardecer más verdadero. Con los últimos destellos, la serpiente siguió su camino, babeando de placer y de intriga. Dejando atrás el sol, empezó a sentir un vacío de angustia en el pecho. La conversación con el gato volvía del recuerdo en fragmentos confusos. Fue pasando la noche y la duda empezó a picar fuerte y para poder rascarse, a la serpiente le creció una mano entre sus escamas, entorpeciendo el arrastre.

-Hola, ¿qué hago con vos? — le dice la serpiente.
-Y… vos sabrás.
-¿Cómo sé?
-Por intuición.
-Yo solo tengo una duda.
-¿Sobre qué?
-Sobre mí, si te la paso estaría sobre vos, ¿la querés?
-No pregunto dónde está, sino de qué se trata.
-Esa es la duda.
-Bueno, si no podemos ver hacia adentro, es decir, si no entendemos de qué está hecha, aunque sea es importante entender el propósito. ¿Hacia dónde vamos?
-Vamos en contra de la luz que se pone.
-¿Por qué?
-Hay algo que ando buscando que no tiene que ver con lo que no sé sino que tiene que ver con lo que sé hacer.
-¿Y qué sabés hacer?
-Andar y conversar.
-Yo sé sobre ciencia cuántica, por ejemplo. Y el secreto es que en toda producción, la matemática te tiene que dar cero.
-¿Cero reproches?
-Cero lugar a dudas. Porque lo que está hecho, hecho está. Yo suelo hacer cosas, es lo que me sale. Soy una especie de herramienta fundamental. Tengo mis propios conocimientos, mi propia memoria y también puedo dejarme llevar.
-Mi memoria está toda rota, solamente me acuerdo de una pregunta.
-Hay una canción que dice: “Si lo fijo es la leeeey, la vida eeees el movimiento!!”
-Y sí, lo que podemos hacer es movernos.

Ahora la serpiente va dejando una huella diferente en la tierra, la mano desequilibra el recorrido. Aunque, también, cuando la serpiente quiere mirar hacia dónde ir, la mano frena, se apoya sobre el suelo y levanta la serpiente, la suspende en equilibrio. Cuando la duda pica, la mano la rasca. Cuando el sol pega fuerte, la mano le da sombra a sus ojos. Ya nadie pide nada, lo que hacen juntas lo intuyen con una razón de fuerza mayor.

-Me siento tan bien que hasta creo que podríamos doblar el camino.

La mano se apoya, se sacude, gira sobre sí misma, bailan un rato. Hacen una pirueta que deja a la serpiente suspendida sobre un charco. La serpiente ve sus círculos y sus cuadrados, ve cómo se enredan y forman una imagen más grande. También ve que sus escamas son hexágonos finitos que respiran cuando ella respira. Ve toda la estructura de su piel que toma el color del sol, de la tierra y del agua. Se empieza a sentir otra, otra versión de sí misma. Una versión dada vuelta, invertida. La duda pica tanto que comienza a despegarse. La mano y la serpiente se corren un poco del camino y observan la piel vieja que quedó sobre el charco.

-Es tan hermosa que parece una obra de arte.
-Es diferente de mí, pero al mismo tiempo es parte.
-¿Por qué dijiste eso?
-Porque es lo primero que se me ocurre.

La mano se mira y también nota pequeños hexágonos entrelazados, más acá de las ondulaciones de las huellas dactilares. Sin sorpresa y con entusiasmo, empiezan a ver las formas dentro de las formas del mundo. Cantan canciones y describen lo que ven, inventan nombres para las cosas y se divierten, pero se acerca el abismo. La serpiente observa lo nuevo: un ano, una mano; se da cuenta que es cada vez más humano. La línea que deja en el camino nunca va a ser infinita. Se da cuenta de que el arte es tener el talento de llevar una vida maravillosa. Ve todas sus partes y dice:

-Hagamos lo que tengamos que hacer pero disfrutémoslo.

Este texto fue escrito para la exposición “El mundo es una historia triste” de Daniel Leber en NN Galería. Se puede visitar los viernes y sábados de 16 a 19, hasta principios de julio. El relato cuenta con la presencia de Juan Grela, Joaquín Torres García, Federico Manuel Peralta Ramos, Daniel Leber y el Pity Álvarez.

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